Juan José Laborda

RUMBOS EN LA CARTA

Juan José Laborda

Historiador y periodista. Expresidente del Senado


La Antigüedad tardía

11/07/2021

P eter Brown (Dublin, 1935), en su libro El mundo de la Antigüedad tardía, cuya edición original es de 1971, ideó una etapa histórica -Late Antiquity- que hizo fortuna. Peter Brown modificó con su libro la convencional distribución de las eras históricas, según la cual, la Edad Antigua terminaba con la ocupación de Roma, y la caída del Imperio romano de occidente, en el año 476, y entonces daba comienzo la Edad Media.

Edward Gibbon (1737-1794), con su clásica obra, Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, sentó los cimientos del edificio de esa distribución de las eras o edades históricas y, más tarde, los grandes historiadores del siglo XIX, con el ejemplo primordial Leopold von Ranke (1795-1886), llenaron de contenidos la formal división de la historia humana.

La Edad Antigua culminaba con la historia de la Roma imperial, y la idea de la decadencia - the Decline, según Gibbon- era la etapa que condujo a su caída, sucedida durante el reinado de Rómulo Augusto, el último emperador occidental del todavía único Imperio romano (475-476), consecuencia de que un soldado imperial, ciudadano romano de origen germánico, Flavio Odoacro (434- 493), lo depuso, se proclamó Dux de Italia, y pidió al emperador que residía en Bizancio (era la llamada diarquía, la bicefalia del poder imperial) que le reconociese como rey vasallo del Imperio.

Peter Brown alteró la formal separación entre las edades Antigua y Media a partir de la fecha de 476. La caída de Rómulo Augusto (llamado Augustulo, significando ‘el pequeño’, pues era un niño, cuyos nombres eran cómicamente simbólicos) no tenía realmente nada que ver con las imágenes que el relato de Gibbon había acuñado, y que a veces consistían en que Odoacro, un bárbaro representado con casco con cuernos o astas de animales germánicos, pone de rodillas al emperador occidental vencido.

El libro de Brown refuta con hechos, documentalmente comprobados, que los argumentos fundamentales de la obra de Gibbon no se sostenían más. Brown, además de utilizar el método histórico de Fernand Braudel, Marc Bloch y los grandes medievalistas de la Escuela de los Annales (destacadamente Jacques Le Goff), poseía la prodigiosa capacidad de leer documentos antiguos, en idiomas vivos y muertos, de todos los países y culturas del Mediterráneo y Oriente, desde Hispania y las Galias, hasta Egipto, Bizancio y Persia.

La tesis de la ‘decadencia’ de Gibbon se vino abajo, lo mismo que después de año 476 las cosas serían distintas. La dinastía de emperadores Antoninos, que gobernaron Roma en el siglo II d.C, que según Gibbon inició la decadencia, para Brown aparece como un tiempo de profundas y radicales modificaciones de la política, la sociedad, y sobre todo, de la cultura del Imperio romano: «La divisoria más profunda en el mundo de la Antigüedad tardía -escribe Brown- era la que se producía después de la muerte. La invisible sima entre los ‘salvados’ y los ‘condenados’ aparecía como un profundo foso alrededor de pequeños grupos, tanto paganos como cristianos, que habían conseguido cincelarse una posición para sí mismos a expensas del consenso, durante tanto tiempo honrado, de la adoración pública tradicional (el culto a los dioses de tiempos anteriores)».

Frente a la tesis gibboniana de un cristianismo que corroe la cultura clásica pagana, Brown escribe: «Ese elemento del platonismo redivivo que salvó a los hombres de la desolación de la ausencia de sentido ante el mundo visible fue precisamente el que los cristianos tomaron de sus maestros paganos. Ese mundo que había amenazado durante los siglos II y III en transformarse en una pálida entidad a la luz tosca de los apologetas cristianos, quienes exhortaban a una adoración simple de un Dios altísimo solo conocido a medias, se inundó de nuevo de colores. Agustín se vio libre del maniqueísmo -una doctrina gnóstica similar a aquellas bajo cuya sombra había comenzado Plotino su odisea intelectual- leyendo el tratado plotiniano Sobre la belleza. Los teólogos griegos se encontraron a sí mismos debatiendo la función y la naturaleza de Cristo en su aparición ante los hombres sobre el trasfondo clásico, platónico, de la relación entre Dios y el mundo visible».

Entre el mundo pagano y el mundo cristiano, entre antes y después del año 476, no hubo una radical separación, ni un tiempo distinto, sino una fusión de culturas, de instituciones, en suma, de civilizaciones. Entre la visión de Edward Gibbon y la de Peter Brown no existe la distancia de lo falso respecto de lo verdadero.

En realidad, como en cualquier conocimiento científico -y estamos hablando de historia documentada-, nos encontramos, por ejemplo, con que el mundo descrito por Isaac Newton ha sido superado por el que ha descrito Albert Einstein, pero eso no quiere decir, y lo mismo podemos aplicar al mundo moralmente definido por Edward Gibbon, que las leyes de Newton ya no sirven para entender nuestro mundo.