Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Mi amada mascarilla

22/06/2021

Ahora que se aproxima el momento te confieso, amada mascarilla, que me va a doler separarme de ti. Pienso en la separación, querido velo, y comprendo las lágrimas de Tom Hanks al ver cómo, su compañera Willson, se alejaba lentamente en el océano para no volver nunca más.
Aún recuerdo, deseada máscara, lo difícil que resultó aquella primera cita. Me decían que no eras necesaria en mi vida, y que me iría bien de single. Que tu compañía y calor, era más un capricho que una necesidad.
Pero el amor venció. Y pronto me di cuenta de que ibas a ser mi amante durante mucho tiempo. Evoco el instante en el que me dijeron que podías ser mía, y me recuerdo perdido por esquinas, droguerías, bares, farmacias, ferreterías, tabancos, quinterías y ventas buscándote. Arañándome el bolsillo para sobornar a todos aquellos que me dieran pistas sobre tu amor. Pagando a precio de oro por tu amor. Porque yo, soñada mascarilla, te necesitaba para seguir respirando y no morir como los amantes de Teruel (no hacer rimas, por favor).
Fueron muchas las que quisieron traicionarme y confundirme con su falso amor, anhelada mascarilla. Llegaron a mis labios otras (lo confieso), pero no me acariciaban ni protegían igual que tú. Pagué un quintal por su débil y falsa protección. Casi me arruino en tu búsqueda, porque dijeron que tu amor estaba muy gravado, y no se podía bajar. Otra mentira.
Tuve otras mascarillas en mis labios. De pintores, anestesistas, quirúrgicos, soldadores y diseñadores pintureros. Hasta te fui infiel con una careta de tirador de esgrima. Pero cerraba los ojos, y sabía que no eras tú. Que las flechas de Cupido aún no habían atravesado mi corazón. A ti te imaginaba blanca e inmaculada, ajustada de talle y bien contorneada. Y te puse un nombre: FFP2. Cada vez que te pronunciaba, lo hacía como Julio Iglesias cantando Gwendolyne.
Y te encontré. Más bien, tú me encontraste a mí. Llegaste al buzón de mi corazón como una carta de amor. Me dijeron que era egoísta llevarte, mi FFP2, y que tu protección era elitista. Pero el amor, pudo una vez más con todo.
Recuerdo la sensibilidad con la que te desnudé aquella primera vez de tu corsé celofán. Introduje mis labios y nariz en lo más profundo de ti y te agarré lo mejor que supe a mi cara. Y salí a la calle contigo, por fin, para que todo el mundo supiera la fuerza de nuestro amor y pregonarlo a las cuatro olas. Me sentí inmune a tu lado.
Has sido mi apoyo y protección. Mi compañera día y noche. No supe vivir sin ti. Bajo tu protección, he aprendido a reír y a bostezar sin que nadie lo supiera. A ti te debo disfrutar de un buen dulce relamiendo mis labios, sin que nadie denunciara mi falta de educación. A que mis jefes no me vieran sacarles la lengua cuando sus criterios me parecían infantiles o tiranos. A que mi nariz no oliera la pestilencia que exhalan los indultos a quien ha reconocido no querer ser indultado, ni el tufo de los etarras que vuelven aclamados a sus pueblos.
Y ahora dicen que no te necesito, como si fueras un clínex. Y por eso me rebelo. Te guardaré en mi corazón y te colgaré en una pared de mi dormitorio, como hacía aquel amante a la chica del póster. Te miraré todas las noches antes de cerrar los ojos y te dedicaré mi último pensamiento del día. Fuiste mi más leal compañera. Mi amada mascarilla.