Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Malos

17/06/2021

El asesinato de las pequeñas Olivia y Anna a manos de su padre nos ha sacudido el alma. Los vídeos de las niñas rebosantes de vida nos rozaron el corazón, aunque muchas temíamos que ese secuestro de Gimeno desembocara en un trágico final. Los especialistas han acuñado un término para esta conducta: violencia vicaria, que no es sino la forma más cruel de violencia machista, arrebatando a la madre lo que más les duele: sus hijos. Una actitud propia de un monstruo.
Ser padre es algo tan grande que a algunos hombres les supera. No se trata de una cuestión biológica, va más allá. Es dar amor, protección, cuidar, mimar o respetar a esos seres vulnerables que dependen de uno. Este asesino no es un enfermo, es un psicópata, frío, incapaz de empatizar con los sentimientos de sus propias niñas. Recuerdo la explicación, sencilla y demoledora, que me ofreció una querida psicóloga ante unos asesinatos ocurridos en Noruega: hay personas malas. No busquemos más razones.
En estos días, hemos leído argumentos dispares, algunos con tintes inaceptables. Sobre el mito de las denuncias falsas, incidir en que el Poder Judicial ha demostrado que son insignificantes. Y, por supuesto, la vida de todos los niños vale lo mismo. También la de Yaiza, de cuatro años, asesinada por su madre. Otra persona mala. No obstante, ahora hablamos de Gimeno y, en un momento en el que se dispara la violencia contra las mujeres, es preciso aclarar varios conceptos. No, un maltratador no puede ser un buen padre. No, un tipo que no respeta a quien dio la vida a sus hijos, que la insulta, que la agrede, que la humilla… no es más que un vil delincuente que no tiene capacidad para educar a los menores a los que ha de guiar y proteger.
Mientras las mujeres no tengan la seguridad de que una denuncia no va a significar una amenaza contra ellas y contra sus hijos, mantendrán esa renuencia a llevar ante un juez a quien ha convertido su vida en un infierno. Dejémonos de gaitas: no hace falta gastar dinero en un ministerio de Igualdad que se ha demostrado totalmente ineficaz para el feminismo y para resolver los problemas a las mujeres, convertido en otro chiringuito al servicio de una ideología basada en la imposición de un grotesco lenguaje inclusivo o en estudios sobre la opresión del color rosa.
Se debería invertir más en proteger a las víctimas, en incrementar su seguridad, en facilitarles recursos que garanticen que ellas y sus hijos, tras una denuncia, no se expongan al acecho de sus maltratadores. Esto no se soluciona con minutos de silencio o frases superfluas que luego se olvidan con la misma facilidad con las que se pronunciaron. Los gobiernos deben cambiar sus políticas erráticas porque estamos hablando de vidas que se pierden porque los asesinos campan a sus anchas, con un código penal a veces demasiado laxo hacia los agresores. Las víctimas, mujeres, madres o no, y los niños merecen sentirse seguros. Y en ello los poderes públicos tienen la máxima responsabilidad. Más allá de lazos. Dolor por la niña Yaiza y por cada una de las víctimas de violencia machista. Paz para Anna y Olivia y fuerza para su madre. Maldito sea Gimeno, ese asesino que ha manchado con sangre el sagrado apelativo de padre.