Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Cotorras

14/10/2019

Buenos tiempos corren para las cotorras. La myiopsita monachus, según la terminología científica, procedente de Argentina y Uruguay ha llegado a España a imponer su ejercicio biológico, llenando árboles y árboles de calles y rincones, parques y aceras, cagando donde no debe, haciendo nidos de cuarenta kilos de peso, 'pululando' a sus anchas y compartiendo tiempos de elecciones políticas, algo que hacía tiempo no sucedía. Esta cotorra argentina, a la cual llaman también cotorra monje o cotorrita verdigiris es una especie de ave de familia de los loros que se distribuye de forma natural por América del Sur, y que ha ido introduciéndose en numerosos países, llegando al viejo continente.

Hacía tiempo que la palabra 'cotorra' no se utilizaba con tanta demasía en nuestro vocabulario cotidiano, y sin duda, vuelve y vuelve con fuerza, tal vez correspondida por los 'dimes y diretes' constantes que en bares, pasillos y aceras de fumadores alternan en tiempos de 'buenas tintas políticas' para aderezar los comentarios más jocosos, irónicos, actuales y dispares que nuestra sociedad requiere o desea.

Y lo curioso del caso es que Madrid, sobre todo la capital de España, donde se cuecen las listas generales de cada partido para otras nuevas elecciones, ¡Dios mío, otras más en poco tiempo! es donde más cotorras monjes o verdigiris se han concentrado, esperando que su constante flirteo siga haciendo mella en el colectivo social, o en esa leyenda ciudadana que va adquiriendo fundamentos 'bananeros', tal cual podría ser en este caso, chaqueños, pampeanos, bonaerenses, uruguayense, salineros o patagónicos.   

Tal vez, la psicatosis llegue a nuestra sociedad antes de lo esperado, enfermedad generada y transmitida por este ejemplar y esa tos seca que se escucha en los hemiciclos del Congreso y Senado venga provocada por su dimensión causal, entendiendo que muchos de los parlamentarios ya no podrán volver a ocupar su escaño por esos cambios en las listas electorales, cambios inesperados, pero que han provocado fatiga, dificultad para respirar, escalofríos y dolores musculares.

Pero cuidemos de esos tremendos nidos que cuelgan de los árboles y lo digo con bastante razón por cuanto son varios los casos en los que han caído sobre viandantes provocando una tremenda 'sensación de huevitis picuda', sin más razón que dolores de cabeza y traumatismos sin razón.

De una u otra forma, las cotorras nos han invadido y aquella condición -casi perdida- por la despoblación rural, vuelve nuevamente a ser catarsis de moda con la llegada de esta plaga que ha provocado una campaña electoral por año, sin olvidar que han ido desapareciendo jilgueros y sobre todo, gorriones, aves minúsculas que alegraban el paisaje en derredor, sin más afición que contornear su figura, algo que ahora se llama 'postureo'.

Ahora seamos serios y relatemos la preocupación real que existe en las ciudades como Madrid, donde la plaga de este animal se ha condensado y esperemos que los científicos logren solucionar esta situación que, sin duda, puede hacer mucho daño al ciudadano en bienestar, salud y realidad social. Tal vez, debamos hacer todavía más caso a esas manifestaciones en pro de mejorar y estudiar el cambio climático y sus terribles consecuencias porque en ello puede y debe estar nuestro mejor futuro como seres humanos.