Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Luces de Adviento

18/12/2019

Un año más nos encontramos, arrastrados por la vorágine de las últimas semanas del año, metidos en el tiempo de Adviento, estas semanas previas a la Navidad que tradicionalmente suponían la preparación religiosa a la misma, pero que, al mismo tiempo, conllevan una transformación profunda de nuestros entornos urbanos y nuestros ámbitos domésticos, revestidos con una particular decoración que trata de ambientarnos para las fiestas.
El Adviento litúrgico romano está conformado por cuatro semanas, simbolizadas por las cuatro velas de la corona de Adviento que, en una hermosa tradición importada de Centroeuropa, van siendo encendidas domingo tras domingo, con la bella simbología de la luz progresiva que va disipando la oscuridad. Si existe un elemento simbólico propio de estas semanas, es la luz, manifestado asimismo en la celebración del 13 de diciembre, santa Lucía, día en el que, como afirma el refranero, ‘mengua la noche y crece el día’. Luces que adornan nuestros pueblos y ciudades, en un mayor o menor reflejo del afán de los consistorios de atraer visitantes, y que, en curiosa y no buscada convergencia, vienen a coincidir, en su encendido, no con el Adviento romano, sino con el antiguo Adviento del rito hispano-mozárabe, que comienza dos semanas antes.
Luces que transfiguran y embellecen estos días especialmente Toledo, revelando rincones, evocando ríos resplandecientes que nos invitan a salir del cálido confort de  casa para recorrer nuestro centro histórico, enlazando Zocodover con esa flecha luminosa que apunta al cielo, la torre gótica de la catedral, y que en la vieja judería recuerdan otra fiesta de la luz, la que celebra estos días el pueblo de Israel, Hanukkah, mediante sendas Hanukiá iluminadas.
Luces que anuncian, a creyentes y no creyentes, que nos acercamos a la celebración del nacimiento de Alguien que cambió la Historia de la Humanidad, Jesús de Nazaret, quien se presenta a sí mismo como Luz en mundo con frecuencia demasiado sumido en las tinieblas. Un nacimiento que esa otra maravillosa expresión de nuestras tradiciones, el Belén, representa en las más variadas formas. No sólo los belenes, también los árboles de Navidad, costumbre importada asimismo de los países de Europa Central a través de Estados Unidos, nos recuerdan ese nacimiento. Quizá les sorprenda, pero el árbol tiene también un profundo simbolismo; es el resultado de la confluencia de dos tradiciones del folklore centroeuropeo, una más antigua vinculada a la fiesta de Adán y Eva, celebrada popularmente el 24 de diciembre, en la que se levantaba un árbol en memoria del árbol del Paraíso y se decoraba con manzanas, y otra en la que se elevaba una pirámide luminosa, con motivo de la Navidad, coronada por un cirio encendido.
Las luces de estos días de Adviento y Navidad nos envuelven por doquier, pero a veces me pregunto si somos conscientes de que la verdadera luz navideña es la que debe iluminar nuestro corazón, haciéndonos mejores personas.
¡Que tengan feliz Navidad!