Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Más allá de nuestras cosas…

30/04/2020

Hace unos días que se ha publicado el cuarto informe sobre las crisis alimentarias en el mundo prologado por el secretario General de Naciones Unidas, António Guterres. Es un interesante y útil trabajo elaborado por la Food Security Information Network (FSIN) y la Global Network Against Food Crisis.
FSIN es una plataforma técnica, financiada por la UE y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que reúne numerosos grupos técnicos que intercambian conocimiento sobre la seguridad alimentaria en los países y regiones del mundo. Con su trabajo en red proporcionan información independiente y contrastada. Un bien público global que mejora la predicción de las crisis alimentarias para, detectándolas a tiempo, encontrar soluciones oportunas con políticas y programas que combatan el hambre y la desnutrición en el mundo. Fundamental para la labor que desempeña la Global Network Against Food Crisis. Creada en 2016, durante la primera Cumbre Humanitaria Mundial, por la UE, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) cuyo esfuerzo se dirige a conseguir el objetivo del Hambre Cero de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
El informe, referido a 2019, señala que 135 millones de personas en 55 países sufren una situación de grave inseguridad alimentaria y que otros 183 millones de 47 países están en riesgo de sumarse a los anteriores por pequeño que sea el efecto de algún factor adicional, como seguramente lo es la difusión del Covid-19. Pone en evidencia que los conflictos bélicos y la inestabilidad política son la causa principal para que 77 millones de personas sufran hambre en países de Oriente Medio, Asia y África. Los fenómenos meteorológicos adversos y el cambio climático para más de 34 millones, particularmente en el cuerno de África, en Centroamérica y Pakistán. También revela como cada vez tiene mayor relación la economía y su volatilidad con el grado de inseguridad alimentaria, siendo un ejemplo de ello la República Bolivariana de Venezuela, que se sitúa entre los diez países del mundo con mayores tasas de hambre y desnutrición al afectar al 36% de su población.
La depresión económica provocada por la pandemia con mucha probabilidad arruinará el medio de vida, y de paso la seguridad alimentaria, de muchas personas porque habitan en contextos sociales, económicos y políticos frágiles, cuando no en Estados fallidos. Se hace más difícil mantener sin interrupción las cadenas de suministro de alimentos, se complica la asistencia a los desplazados y se recrudecen las tensiones sociales y los conflictos.
Además, nos encontramos con situaciones no previstas que aumentarán las tasas de hambre y desnutrición. Lo es la drástica bajada de la demanda de petróleo en el mundo que supone un fuerte golpe para las economías no diversificadas e intervenidas cuyo presupuesto depende fundamentalmente de los ingresos por su venta. Para este caso también es un ejemplo Venezuela.