Bienvenido Maquedano

La espada de madera

Bienvenido Maquedano


Vacas

10/11/2020

El susto del resultado electoral en los Estados Unidos tiene mucho que ver con la toxicidad del pensamiento Mister Wonderful. Despierte de una vez, hombre. Usted no es el mejor padre del mundo, ni puede vivir cada lunes como si fuera viernes, y por mucho que se esfuerce no cumplirá todos sus sueños. Demasiada contaminación de buen rollo absurdo, demasiados ejemplos melodramáticos de superación, demasiadas experiencias felices de españoles por el mundo. Somos hijos de Walt Disney y lo estamos pagando. La vida es otra cosa, hay que lucharla.
La animadversión hacia Donald Trump, que se ha extendido por casi toda Europa, nos ha nublado la vista. Es un mentiroso, obsceno, racista, prepotente y todos los calificativos que se le puedan ocurrir a uno. Pero también es el presidente de un país que no está poblado por europeos. Le propongo hacer un ejercicio saludable que consiste en elegir a una persona que se encuentre en las antípodas de lo que usted es. Una vez seleccionada, métase en su piel, siéntase mujer si es hombre, negro si es blanco, joven si es viejo, y pruebe a ver la vida desde esa nueva perspectiva. Deje de sentirse europeo, demócrata, defensor de los derechos humanos, feminista y, en general, abandone todas sus creencias más firmes (que, para ser francos, no se molesta mucho en difundir). A modo de ejemplo, pruebe a ser una granjera de Dakota del Sur que limpia cada día el estiércol de cincuenta vacas, vive en una comunidad aislada de pocos cientos de habitantes, y tiene una rutina reducida a los animales, la Fox y los sermones dominicales de la parroquia. Su horizonte social es una tarta de manzana compartida con los vecinos y una garrafa de Pepsi. En Biden ve a un anciano estirado de ciudad que no sabría encontrar las ubres a una vaca, que lleva toda la vida pisando moqueta y que en su día apostó por la mano de obra barata de China y la India. Trump, por el contrario, es el sueño americano. Un tipo que ha llegado a la presidencia sin educación y contra la política, aupado por la televisión de masas, que no tiene pelos en la lengua, engulle hamburguesas, gasta visera y no se anda con remilgos a la hora de darle en los morros a los chinos o a los islamistas.
Esa es la mitad del voto de los Estados Unidos, la aferrada a las tradiciones del siglo XIX, la gente del country que jamás pisará los templos de la civilización occidental de Nueva York, Los Ángeles o Chicago. La que cuelga un crucifijo y una carabina sobre el cabecero de la cama en lugar de una lámina de Jasper Johns.