Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


La desescalada

30/04/2020

El Gobierno no hace deporte o no aparenta hacerlo, porque cualquiera que sepa algo de ciclismo, como Rajoy, conoce que el término idóneo para la situación sería descenso. El término ‘desescalada’ no existe en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, aunque tampoco existía ‘postureo’, y mira qué pronto entró. Pedro inventa palabras según le conviene y le va saliendo. Podría ser un Quevedo si tuviera algo más de ingenio, pero no está el olmo ahora como para pedirle peras. Don Francisco inventó las palabras ‘archipobreza’ y ‘protomiseria’ en la famosa descripción del dómine Cabra. Aquí Pedro se saca de la manga ‘desescalada’, porque no sabe ni dónde está la escalera ni mucho menos el número de escalones. Cómo nos va la marcha.
La rueda de prensa del martes pasará a los anales de la Historia porque jamás imaginamos a un presidente del Gobierno diciendo a la gente lo que se puede hacer y lo que no. Reconozco que tiene mérito; hay que gastar cuajo y salero para subirse al atril de Moncloa y clamar a los cuatro vientos lo que se nos permite y lo que no. Hace poco me dijo un vecino sociata de los que no se le ha caído la venda, que Pedro es el más listo de todos. No digo yo que no, faltaría más. Lo ha demostrado con creces. El único problema del presidente es la mentira patológica, pues ahí están los datos de la OCDE que cocina y arbitra a su gusto. Evidentemente, no pueden hacerse test a toda la población, pero sí el mayor número posible. En la ausencia de pruebas está la gallinita ciega del gobierno que da palos al aire.
En esta situación era evidente que se inventase un término nuevo para designar lo desconocido. La desescalada es un descenso con refugios, curvas de herradura y carreteras que se doblan como codos. Redondo es muy ducho en eso y ya le ha dicho a Pedro que se lleve bien con Pablo, que es el más ágil y eficaz, y pase del resto. Por eso, ambos descienden en tándem y ya no se podrá reprochar al PSOE que es presa de Podemos, porque lo es con sumo gusto. Emiliano ha dicho que Pablo se cree el más listo y se apunta lo bueno, como lo de los niños. Lleva razón, pero el problema es que el Psoe se deja, no solo Pedro. Y ya veremos lo que queda de nosotros cuando hayamos muerto.
Otro sintagma que acojona es el de la ‘nueva normalidad’. Debe ser la herencia que nos deja Kim Jong-un, que se resiste a morir y envía su espíritu del Más Allá. Hay quien dice que el coreano se dejó ver en casa de Merlos o que se ha reencarnado en Jorge Javier. Entretenimientos aparte, la Nueva Normalidad es la más anormal de todas. Construimos un lenguaje para designar lo inédito y lo hacemos con términos suaves para no atragantarnos. A mí me duele la barriga desde que escuché a Pedro lo de la ‘nueva normalidad’.
No sé si es que desaparecerán los huesos de aceituna, habrá que echárselos al perro o nos convertiremos en seres amorfos que no den los buenos días tras la mascarilla. Otro amigo me dijo hace unos días que «vaya un mundo de mierda que vamos a vivir». Comparado con el que teníamos, sí. Pero hay que ser optimistas. Una de dos, o lo arreglamos entre todos, o nos recluimos para siempre en nosotros mismos. Bien mirado, así no hay que aguantar a tanto gilipollas. El confinamiento provoca monstruos que la razón no entiende. Me voy a desescalar con la vecina, a ver hasta dónde llego.