Luis del Val

LA COLUMNA

Luis del Val

Periodista y escritor


Mala comunicación

23/04/2021

Uno de los factores que más problemas causan en las empresas y en las instituciones es el fallo de la comunicación interna. Resulta paradójico que, en una época en que no dudamos de calificar como "la época de la comunicación" -cuando es posible que un mensaje electrónico llegue en pocos segundos a todos los lugares de la Tierra- en el seno de un territorio acotado, como es una empresa o una institución, se registren retrasos inadmisibles y lentitudes difíciles de explicar.

Para mí, sin ninguna duda, este problema debió ser el que se produjo en el seno del Ministerio de Interior, y el que provocó que pasaran días, semanas, e incluso meses, hasta que se evidenció en los medios de Prensa la terrible discriminación que sufrían en Cataluña los sacrificados trabajadores de las Fuerzas de Seguridad del Estado, que quedaban fuera del plan de vacunación, a la vez que los mozos de Escuadra, dependientes de la Generalitat, alcanzaban el ciento por cientos de personal vacunado.

Es imposible concebir que el ministro de Interior, que todos los días se traslada en automóvil con un policía que hace el papel de guardaespaldas, y que es consciente de que ese hombre, antes de que le ocurriera nada al ministro que protege, sería capaz de poner en riesgo su propia vida, se mantuviera impasible ante ese rasgo de tan escasa misericordia como sobrada de repugnante injusticia. Y debió sufrir un impacto emocional al enterarse de lo que sucedía por la Prensa, por un fallo interno de comunicación.

Porque el ministro Marlaska ya nos ha dado muestras de prepotencia con alguna destitución sonada, que los tribunales han sentenciado en contra de su criterio, pero sería inconcebible que, de haberlo conocido -y por motivos de servilismo político para no enfadar a los secesionistas- hubiera aceptado una situación tan humillante como deshonrosa. Y es que, de no haber sido así, cualquier policía, cualquier guardia civil, destinado o no en Cataluña, sentiría una triste vergüenza de que la más alta jerarquía, el ministro, fuera una persona tan vil y tan cobarde.