Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


El lobo

12/02/2021

El lobo debería haber vuelto hace tiempo. Porque hace ya muchos años que el lobo vive, no al sur del Duero, sino al norte del Tajo, en el Guadarrama, en las Serranías, en Gredos y quizá en Gata. Pero al lobo no se le deja bajar al sur, al Tajo, cruzar a los Montes, a la Jara, a Guadalupe y las Corchuelas y llegar hasta Sierra Morena. Al lobo se le dispara, envenena y se le «controla», eufemismo para amputar, con negocio incluido, la vida de un ser vivo clave en el ecosistema ibérico.
Ya sólo los delincuentes matan linces, osos, águilas imperiales o perdiceras… Pero el lobo pertenece hasta hace cuatro días a otra clase, a otra estirpe que ya dijo Félix. Al lobo se le puede matar. Incluso, para muchos, se debe matar. El lobo es un fantasma, un tótem, ocupa el vértice de la pirámide los ecosistemas que habita. El lobo es una joya. Sin él, sé que los montes que piso están incompletos.
Los lobos han bajado por el Alberche y por el Tiétar. Y se los ha matado. La raya, la sierra, Gredos como frontera también hoy. Vivimos un país magnífico, una península única, que ni conocemos ni valoramos, más allá de los cuatro tópicos al uso. Tenemos ecosistemas privilegiados secuestrados, como las Tablas y gran parte de la Mancha húmeda, unos pocos deciden que importa más tener sobreexpotado el acuífero, que corran los ríos y manen los ojos. Y no nos importa. En Cabañeros, en los Montes y en la Jara, en toda la cordillera Oretana, hace décadas que debería deambular el lobo. Pero mandan los negocios de la caza, los señoritos del siglo XXI bien apuntalados por el poder político… Y la joya, el lobo, ni se contempla, mientras los ciervos les salen por las orejas. Nos hemos acostumbrado a una verdad de medianías, una naturaleza de mirador y fin de semana. Nos hemos olvidado del mundo rural. El lobo no es su enemigo. Es parte de él.
El lobo volverá. Sé que lo hará. Y también sé que un día, de anochecida, escuchando al monte sobre un collado en la Jara, mientras la luna sale entre el Aljibe y la Picaza, me llegará el aullido del lobo. El corzo ramoneando los olivos levantará la cabeza, nervioso, y venteará. Levantará el vuelo, precipitado, el arrendajo que ya había encontrado refugio para la noche junta al horcajo del quejigo. Las águilas reales de las crestas de cuarcitas, los búhos reales que comienzan la jornada de caza, el gato montés, los linces ya atrincherados en las faldas de las rañas… todos se pararán un segundo y reconocerán una llamada antigua, profunda. El lobo ha vuelto. Viviré para escucharlo. Y para sentirlo.