Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Vicente Cutanda

08/02/2023

Son muchos los artistas que, a lo largo de los siglos, sin haber nacido en ella, se han enamorado de la ciudad de Toledo y entre sus vetustas murallas han fijado su residencia. El más conocido es, sin lugar a dudas, El Greco, cuya fama ha eclipsado no sólo a figuras contemporáneas a él, sino que ha hecho que no demos el relieve merecido a otras, tanto anteriores como posteriores.
Es el caso de Vicente Cutanda. He de reconocer que para mí tan sólo era un nombre, el de uno de los fundadores de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, pero hace unos días, recorriendo el Museo del Prado, al visitar una de las salas dedicadas a la pintura decimonónica me encontré una obra suya recientemente instalada en la misma, la titulada Una huelga de obreros en Vizcaya, pintura que mereció recibir, en 1892, el primer premio de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Adquirida por el Museo del Prado y depositada en el antiguo Ministerio de Marina, tras la guerra civil el cuadro fue descolgado y guardado, hasta que hace unos años se restauró, recuperando el peculiar marco original, que imita unas vigas de acero. La obra resulta excepcional, tanto por su gran tamaño como por el tema, que refleja las preocupaciones sociales de finales del XIX. Los personajes, obreros convocados a una huelga, rodeados del ambiente gris del humo de la fábrica, adquieren el carácter épico de héroes, parangonada la escena a la de la tradicional y académica pintura de Historia. Un lienzo magnífico, que demuestra la categoría de su autor, y que me ha permitido acercarme también al personaje.
Nacido en 1850, Vicente Cutanda se vinculó a Toledo, tras haber cursado estudios de pintura en Madrid, conociendo a Sorolla y Fortuny, en 1884, al ganar la plaza de profesor de dibujo en la Sociedad Cooperativa de Obreros de la ciudad imperial. Enamorado de la misma, a lo largo de su carrera pictórica plasmó tanto personajes típicos (Toledano, Lagarterana) como episodios de la historia local (en A los pies del Salvador evoca una de las matanzas de judíos en el Toledo medieval) compaginados con las obras en las que reflejaba la cuestión obrera, de modo que se convirtió en el más destacado autor del realismo social español.
Parte de su labor artística la desarrolló en el País Vasco, lo que influiría en la temática de su obra. En Toledo destacó por la pintura religiosa, como la que realizó en la ermita de la Virgen del Valle –los ángeles que custodian la imagen de María- o el retablo de la Crucifixión, pintado para el convento de San Antonio de Padua.
Cutanda falleció en Toledo en 1925. Quizá el próximo centenario de su muerte sea una magnífica oportunidad para revalorizar la figura de un toledano adoptivo que amó a la peñascosa pesadumbre como si hubiera nacido en ella.