Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Y encima irán al infierno…

26/05/2019

¿Quién quiere ser rico en las condiciones actuales? No me extraña que España esté en crisis. Lo que no entiendo es que alguna vez haya funcionado nuestra economía. Con el concepto que tenemos de los ricos, lo mal que se les quiere y encima con la negra perspectiva que tienen para la otra vida, no me explico cómo a alguien se le puede ocurrir crear riqueza y llegar a ser rico. ¡Con la buena imagen que tienen los pobres! todo el mundo los admira, los protege… hasta el punto de que todo titirimundi presume de serlo (casi ningún político tiene seis duros en sus cuentas y además tiene hipotecado el piso y debe el crédito del coche) y, como colofón, tan pronto abandonan esta corta vida, una legión de ángeles los conduce ante el Altísimo y les colman de todas las riqueza que no tuvieron en esta vida… Disculpen que asunto tan grave lo trate con tanto relajo, pero prefiero hacerlo así para evitar términos gruesos que me apetecería usar, porque el asunto se las trae. Viene a cuento de cómo ha recibido parte de nuestra sociedad y sus representantes las donaciones de personajes, verdaderamente ilustres, que contribuirán a hacer la vida más fácil a muchos españoles, cuando no, a salvarles la propia vida. Estoy convencido que algo se ha traducido mal y se ha explicado peor para que hasta los Evangelios traten a los ricos con la dureza que lo hacen. Quizá el error empieza por considerar que un rico es, por naturaleza, alguien al que las riquezas le han caído del cielo, que él no ha puesto nada para conseguirlas, que amasa dinero en cuartos oscuros que solo usa para hacer el mal en vez del bien. Obviamente que puede haber riquezas cuyos orígenes sean inconfesables y hemos visto que, desgraciadamente, la moral de nuestra sociedad es tan relajada que, en cuanto a uno le dan ocasión, trinca billetes ‘para asar una vaca’. Sin embargo, la riqueza que existe en el mundo, la verdadera riqueza: las empresas que producen o distribuyen nuestros alimentos, las que fabrican las medicinas con que nos curamos, las que nos transportan, las que nos dan trabajo y todas esas que nos permiten vivir como lo hacemos, son riquezas fruto de la labor, el ingenio y el esfuerzo de esos ‘despreciables’ seres a quiénes llamamos ricos.

Es curioso que algunos personajillos, cuya aportación al bienestar social es ser una carga, aunque sean cargo, que no serían capaces de sobrevivir un solo día por sí mismos, que viven del esfuerzo ajeno y que a la menor ocasión que se les presenta se convierten ricos ostentosos y horteras, se atrevan a menospreciar la aportación de quienes proporcionan trabajo, pagan impuestos y además, con lo que les sobra, son capaces de hacer que muchos enfermos reciban un tratamiento con una tecnología de la que no disfrutarían si tuvieran que esperar la aportación de quienes los critican.

Yo estoy convencido que esta mentalidad absurda que consiste en vilipendiar la mano que produce en lugar de colocarla como ejemplo a seguir, hace un daño horrible a nuestra economía, además de ser tremendamente injusta. Obviamente hay que ayudar a los desfavorecidos, pero precisamente para ello, hemos de cuidar a los que producen. Lo contrario hace un flaco favor a los propios pobres.