Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Horizontes de grandeza

02/04/2021

Si uno quiere adentrarse en los problemas sociales y políticos que atenazan a Estados Unidos es indispensable leer Suicide of the west de Jonah Goldberg.

El autor analiza con detenimiento el auge del populismo, la victoria de Donald Trump y el creciente malestar de una parte considerable de la población hacia la élite política. Es refrescante comprobar cómo hay intelectuales que aparcan la crítica fácil de la progresía hacia aquellos que se desvían de lo políticamente correcto; además, su compromiso con el análisis le lleva a criticar con mayor vehemencia a los más cercanos ideológicamente. Mucho cuidado en este punto, porque como bien describe el autor, no es solo una debilidad intelectual de la izquierda, también los conservadores pueden caer en un discurso tribal y demagógico. Saber las causas de un problema es el primer paso para poder solventarlo, aunque la tarea es gigantesca al haberse desdeñado el valor de la verdad y la sabiduría de la experiencia.

Toda la oferta cultural moderna apela al romanticismo como forma de conducta vital innegociable. Exige que los sentimientos controlen nuestro destino y desprecia el análisis frío como método para solventar problemas o tomar una decisión. Para mayor drama, hemos aceptado una tecnoestructura de expertos que desde la Administración dictan cómo debe de ser nuestro comportamiento, siendo sus decisiones ajenas al control de los votantes. Este poder ha transformado en siervos a unos ciudadanos que anteriormente eran libres. Este culto a los gestores ha forzado a ocultar la verdad de sus propios fracasos para que la élite burocrática no se sienta afectada. No es extraño oír a intelectuales occidentales sobre las bondades de la dictadura del partido único en China, donde la libertad brilla por su ausencia y las estadísticas son un instrumento político del Gobierno. Cuando uno empieza a no amar la libertad que tiene, transfiere su voluntad a otros.

Es un error depositar una confianza inmerecida en la clase política, la élite burocrática e intelectual y mucho menos en los gobernantes. En algún momento de su ejercicio, cargo o poder van a abusar de él o a equivocarse gravemente. Necesitamos leyes que protejan al ciudadano de ellos. Necesitamos amar nuestra libertad para ser responsables de nuestros actos y de sus consecuencias. Occidente pasó a ser próspero en el instante que los ciudadanos fueron libres para innovar y quedarse con el retorno de sus esfuerzos. Esa cesión del poder público liberó unas energías contenidas. No perdamos ese legado.