José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Tenemos una nueva oportunidad

17/05/2021

Esta semana ha sido esperanzadora en cierto modo para Toledo. Desde el final de las medidas más restrictivas aprobadas por la pandemia, hace apenas una semana, hemos conseguido que el turismo retome poco a poco las calles de nuestra ciudad. Además, el hecho de que las cifras de contagios estén más o menos estabilizadas, dentro de que nunca son buenas, ha creado cierta confianza en volver a empezar.

Tengo que decir que me alegra muchísimo comprobar cómo uno de los acicates esenciales de esta primera semana ha sido la cultura. En concreto, por tres eventos. Uno de ellos ha sido la Feria del Libro. Aunque no haya podido durar tantos días como otros años, lo cierto es que ha sido una primera experiencia muy positiva. Hay que felicitar a los libreros de Toledo, así como a la Concejalía de Cultura, por haber preparado un elenco de actividades, coloquios y presentaciones de libros variadas en relación con las circunstancias. Otro acontecimiento cultural destacable ha sido la inauguración, el pasado sábado, de la exposición de Pedro Almodóvar y Jorge Galindo, en la que se exponen una treintena de obras coloristas y de gran formato que estará abierta con entrada gratuita hasta el día cinco de septiembre. Merece la pena ver la exposición, y también recorrer con calma las salas y los jardines del Museo de Santa Cruz, que acoge la muestra. Y el tercero ha sido la presentación de un interesante estudio sobre la técnica damasquinada de las rejas del altar mayor de la Catedral, prologada por Fernando del Alisal y escrita por Mariano San Félix Martín, Luis Peñalver Alhambra y Luis Miguel Muñoz Fragua. Esta obra, publicada por Almud Ediciones y la Fundación ‘Mariano San Félix’, recoge con minucioso detalle las investigaciones hechas por los tres autores en relación al damasquinado especular y otras técnicas aplicadas por Villalpando en tan magna obra. A todo esto, por supuesto, hay que añadirle las rutas culturales realizadas por los guías turísticos de la ciudad, con una oferta muy variada que, según parece, ha sido del agrado no solo de visitantes, sino también de toledanos interesados por la cultura.

Si todo marcha conforme estamos viendo, vemos cómo Toledo tiene una nueva oportunidad para gestionar mejor y más adecuadamente los asuntos que atañen a la cultura y al turismo, tan íntimamente unidos y que, en conjunto, representan uno de los principales activos con los que contamos. Lo que tenemos que cambiar si queremos evitar los errores cometidos en el pasado, cuyas consecuencias se han materializado en las importantes pérdidas que todos los sectores relacionados con el turismo han tenido, es precisamente el modelo con el que hasta ahora hemos venido funcionando. Aunque pueda pensarse que no, crece el número de turistas que, cada vez más, representan un turismo cultural, interesado por el patrimonio y atento al trato que se le dispensa en los lugares donde viaja. Ya no cuela esa concepción tan absurda que entiende al turista como una especie de mono de feria al que se le pueden enseñar sin profundidad ninguna los lugares que salen en las fotografías de las guías para después llevarlo a comer por el triple del precio que comería un toledano y montarlo en el tren o en el autobús con destino a su lugar de origen. Y ya no es solo que no cuele, sino que llevar a cabo esas prácticas en una ciudad como Toledo no es sino desmerecerla y darle una nefasta publicidad. En este aspecto también interviene mucho la mano municipal. No hay derecho a que nuestros visitantes miren al suelo y vean calles llenas de chicles pegados, adoquines más que descuidados y aceras agrietadas y con evidentes huellas de que se ha apilado basura en ellas, así como tampoco hay derecho a que, mientras recorren el Casco, tengan que ver cómo los basureros están recogiendo la basura de los comercios o, si salen por la noche, tengan que ver los efectos nefastos del bolseo, que no son otros que encontrarse los portales, las aceras y las esquinas con bolsas y cajas de basuras apiladas. Y esto, entre tantas otras cosas.

Lo he dicho ya en alguna ocasión en este espacio, pero vuelvo a insistir en que el primero de los pilares que tenemos que incentivar es hacer de Toledo una ciudad lo suficientemente atractiva y sostenible como para que pueda proyectarse con publicidad  en medios de comunicación y redes sociales. Mientras otras ciudades están muy metidas en anuncios televisivos y en campañas de publicidad de la radio, a Toledo no se la ve. Insisto también, al respecto, en la idea de que dejemos de creernos que Toledo se vende sola, porque no es así. Y, junto al asunto meramente publicitario, crear un Casco atractivo, culto, cosmopolita, accesible y dotado de servicios y posibilidades para residir en él —no solo pienso aquí en los que vivan en él, sino también en los que hacen uso de pisos turísticos y AirBNB—. Y, sobre todo, que sea practicable. Aparte de eso, tenemos que buscar atraer turismo de cultura, de ciencia, de investigación, dispuesto a encontrar en la ciudad no solo su Meca intelectual, sino también un lugar donde poner en práctica sinergias de todo tipo. Mientras no asumamos que el modelo que hemos utilizado hasta hoy está obsoleto y es incompatible con los planteamientos que demanda el nuevo turismo, seguiremos perdiendo dinero, turistas y, sobre todo, posición de referencia dentro de las Ciudades Patrimonio.