Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Niebla triste

05/02/2020

De madrugada la niebla ha subido desde el Tajo hacia la ciudad como un humo húmedo, deshilachado y sucio. Es una niebla meona, mustia, como sin ganas, que reboza de tristeza la ciudad con todo lo que tiene dentro por unas horas, antes de que levante el sol por El Horcajo y la brisa la empuje y disipe por entre las encinas de El Berrocal. Los pocos transeúntes y los contados coches pasamos sobrecogidos abriendo túneles de soledad. 
El cartel anunciando el motocross del fin de semana, que ayer ponía Jesús Bermúdez, «Pichurri», en la glorieta del Puente de Hierro, está moteado de pequeñísimas gotas. Lo recorro, al pasar, con los dedos y se abren cuatro pequeños regueros hacia el suelo. Pienso en mi amigo Ore y en las veces que de niños íbamos andando al circuito para ver los entrenamientos o las carreras sin parar de hablar de motos en todo el camino de ida y de vuelta. También pienso que uno cada vez echa más de menos a los amigos que la Parca te quita. Y la boca se me amarga y se me nublan los ojos.
Las putas de la avenida de Francisco Aguirre terminan su jornada y vuelven a la estación para coger el primer autobús que sale para Madrid. Se arraciman mientras caminan encogidas en sus abrigos, parece inaudito que no tropiecen las unas con las otras, charlan, sonríen y dejan un brillo de perlas en la oscuridad.
Un borracho, en mangas de camisa, habla y gesticula mirando al río, agarrado a la barandilla con equilibrio inestable. Al pasar a su lado me da las «buenas noches o buenos días» y me pide un cigarro muy educadamente. Y siento, la verdad, no tener tabaco para darle y fumar con él. Me sale un «va a coger usted frío» de madre y él sentencia, filosófico, con que «el alma no la calienta la ropa, caballero».
Las puntas de las espadañas empiezan a cimbrearse de pronto como si las acariciara una mano invisible, en los edificios van apareciendo cuadros de luz, aquí y allá, un grupo de operarios municipales se afana en adecentar la calle en su trabajo eterno de Penélope sobre un paño de mala educación ciudadana, un mirlo monta escándalo en un madroño y los túneles de soledad se van quedando sólo en  el corazón de cada cual.