Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Peripecias del hallazgo de Guarrazar

22/12/2021

Agosto de 1858 fue un mes de muchas tormentas sobre la comarca de Guadamur. Una arroyada en el valle llamado de las Huertas de Guarrazar, a dos kilómetros del pueblo, al lado de una fuente del mismo nombre, va a dejar al descubierto uno de los mayores tesoros arqueológicos españoles y europeos de todos los tiempos.
Un matrimonio de labradores de Guadamur, Francisco Morales y su mujer, acierta a pasar por allí camino de Toledo y la mujer, retirada de la vereda para orinar, ve lajas de piedras removidas y en el fondo de una de ellas algo que brilla. Tapan la arqueta y vuelven de noche con herramientas apropiadas para sacarlo.  De allí desentierran a la luz del farol, coronas y cruces de oro cuajadas de piedras preciosas, lavan el tesoro en la fuente y lo trasladas en varios viajes a su casa y lo esconden.
Otro labrador, Domingo de la Cruz, vio el farol de noche y, curioso, acudió al día siguiente a oler, debió encontrar algún resto que se habían olvidado sus paisanos en las prisas y se puso a buscar minuciosamente, a los dos días del primer descubrimiento encontró otro depósito igual al anterior, una nueva arqueta también llena de coronas de oro cruces y diferentes objetos, los acarreó a su casa y los escondió en una tinaja. Todo esto debió ocurrir entre el 15 y el 25 de agosto de 1858.  
Los guadamureños fueron desmontando los objetos y vendiéndolos por partes a diferentes plateros de Toledo. Además, Francisco Morales se puso en contacto con un francés, profesor del Colegio General Militar de Toledo, muy aficionado a las antigüedades, Adolfo Hérouart, a quien le enseñó parte del tesoro y el sitio donde lo habían encontrado. El francés hizo dos cosas: hablar con un especialista de Madrid en joyería antigua, José Navarro, y comprar los terrenos donde habían aparecido los tesoros para legalizar el descubrimiento.
De resultas, Navarro compró parte del tesoro a Hérouart, lo restauró y lo llevo a París, al Museo de Louvre, donde se lo compraron e integraron al Museo Imperial de Cluny. Cuando se publicó en Francia la noticia se armó el alboroto en la prensa española Ante el escándalo, Domingo Cruz, aconsejado por su tío, maestro de instrucción primaria en Guadamur, Juan Figuerola, tuvo la idea de ofrecer a la reina Isabel II, parte del segundo tesoro el 19 de mayo de 1859. Parte de esas piezas fueron robadas en 1921 y las partes menores que quedaban desaparecieron en la Guerra Civil. En el año 1940, después de arduas negociaciones de muchísimos años con el Gobierno francés, llegaría a Madrid una parte del tesoro de Guarrazar.

ARCHIVADO EN: Guadamur, Toledo