Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Inquilinos

16/03/2020

Está claro que la Madre Naturaleza es la más sabia de todas las madres. Manda, decida, exige, propone, dispone y admite o niega. Por mucho que el ser humano ha llegado a cotas científicas impensables, dominando gran parte del conocimiento del Universo, conociendo las miserias y las bondades de nuestro medio ambiente, y si cabe, creyendo tener claro cómo ha de caminar para avanzar hacia un futuro mejor, sigue siendo la Naturaleza quién decide sobre nuestra vida.
Y a la prueba me remito. Ahora lanza el Coronavirus, igual que lo hizo con la gripe aviar, o con las vacas locas, o recordando aquella gripe traída por los americanos en la Primera Guerra Mundial, provocando una matanza sin límites en Europa y llegando a los extremos impensables.
Y es que, somos Inquilinos de la Madre Naturaleza, y ella nos ajusta el pago del alquiler, y nos avisa, y nos advierte, porque no somos inquilinos responsables, adecuados, respetuosos y honestos, y eso le está provocando demasiado desasosiego en su evolución y causa.
Por eso quisiera traer aquí el recuerdo de aquella pandemia del 1918, para recapacitar de cómo debemos seguir las indicaciones que se nos transmitan y procurar cumplir las normas.
Aquella fue una pandemia de inusitada gravedad que, a diferencia de otras epidemias de gripe afectó a niños y ancianos, muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos saludables, y animales, entre ellos perros y gatos. Mató en su momento entre 40 y 100 millones de personas. Aunque se observó por primera vez en Estados Unidos, en Kansas, un investigador expresó que su aparición sería en el condado de Haskell, en abril de 1918, y en algún momento del año, aquel virus sufrió una mutación que lo transformó en agente letal, dándose un primer caso confirmado en agosto de aquel año en el puerto francés de Brest con la entrada de las tropas norteamericanas aliadas de la Primera Guerra Mundial. Pero en este caso actual, no es así.
Aquella grave situación permitió a nuestros científicos saber mucho de los procesos virales, así como a los políticos o responsables de la Sanidad mundial, por conocer aspectos de sus virulencias y consecuencias si no se atienden las indicaciones pertinentes; por esa razón quisiera con ello, advertir a todos, que en ningún caso y después de tantos avances en la ciencia, adelantos en la sanidad pública, en la salud e higiene, en la alimentación y en todo cuando se exige para una vida sana y positiva, podemos llegar a procesos comparativos que alarmen a la sociedad, porque cada proceso viral tiene su evolución, y en este caso, sin mutación tal y como han advertido, todo es diferente.
Con calma, atención, educación, lógica, respeto, sumisión y libertad y siguiendo los consejos que los expertos, conocedores, sabios y responsables sanitarios nos den, se vencerá el Coronavirus y toda su lacra, pero también nos servirá como advertencia para reflexionar sobre qué estamos haciendo con nuestra Madre Naturaleza, dónde está la herida y curarla, evitando que se extienda y la dañe todavía más de lo que ahora lo estamos haciendo. Todo debe tener su parte positiva y esa es la que deberíamos entresacar de tanto temor y tanta dejadez. Vivir sí, lo mejor posible, sí, pero respetar honestamente, no dañar nuestra salvaguarda, atender el remedio y sentir que todo debe hacerse con lógica en mente y corazón.