Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Joaquín, el librero amigo

28/01/2021

En todas las ciudades hay comercios y locales cuya tradición y arraigo contribuyen a darles personalidad. En Toledo, uno de ellos, fue la reconocida librería anticuaria de Balaguer, frente a la Puerta de los Leones de la Catedral Primada, cuya actividad cesó hace unos años. Había sido fundada en 1942 por Mariano Pedraza, siendo luego regentada por su esposa Primitiva Poveda. En la década de los noventa, el negocio fue adquirido por Joaquín María Campos Delgado, ingeniero de profesión, quien decidió dar un giro a su vida dejando atrás lo nuclear para buscar sosiego y paz entre los miles de libros de lance, raros o ediciones agotadas que atesoraba en sus anaqueles. De su mano, el lugar se perpetuó como pequeño oasis dónde encontrar tanto cualquier clásico de la historiografía y literatura toledana, como un excepcional grabado de Pérez Villaamil o un buen rato de amena y enriquecedora conversación.
Joaquín era, y uso el tiempo pasado porque en esta semana se nos ha ido, una persona encantadora, de pensamiento libre e inquieto, a quien apasionaba mantener bien documentado su catálogo bibliográfico, deleitarse escuchando música clásica o encandilarte con su extenso conocimiento sobre astronomía. Su hablar pausado, cargado de sentido, ironía crítica y precisión en las ideas eran armas esenciales en el juego de seducción amistosa que gustaba cultivar tanto con sus clientes, como con quienes mantuvimos con él una impagable relación personal.
Cuando se jubiló y cerró la librería, algo muy toledano se perdió. Somos muchos quienes al pasar hoy por delante del local no nos acostumbramos a ver su escaparate desprovisto de volúmenes antiguos, de segunda mano u obras sobre la ciudad de Toledo, ni la pequeña vitrina que a sus puertas contenía algunos de ellos. Esa era la mercancía material con la que él laboraba cada día, pero junto a esos ejemplares, cuyas páginas tenían impregnado el peculiar olor y tacto con que el tiempo premia a lo auténtico, lo mejor que ofrecía a cuantos traspasaban el umbral de aquel santuario bibliófilo era un inagotable caudal de afabilidad, sapiencia, infinita curiosidad y amenos relatos de una vida bien disfrutada con sus Lucías, su extensa familia y sus amigos. Querido Joaquín, nos debemos un buen vino, unas tortas de Alcázar y unas tapas de venao a la plancha en ‘El Embrujo’.