Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Alcalá

11/03/2020

Aunque existen muchas en España, para mí, a la espera de conocer La Real, sólo hay una por antonomasia, la antigua Complutum, la ciudad de Cisneros y Cervantes, la que se yergue junto al Henares. Me parece una de las poblaciones más bellas de España, y siempre que puedo, me gusta deambular por sus calles, con sus evocadores nombres -¿algo más bonito que una calle que se llame Libreros?-, detenerme en sus pintorescos rincones, rememorar una larga historia que arranca desde los tiempos de Roma, alcanzando su esplendor de la mano de los arzobispos de Toledo, quienes la convirtieron en su lugar de residencia favorita, y que después de una etapa de decadencia e incuria, resurge con fuerza a la sombra de su flamante Universidad.
Alcalá y Toledo han tenido siempre unos estrechos lazos. Incorporada tras la reconquista a la mitra arzobispal de la sede primada, se convirtió en señorío de los prelados toledanos, que la fueron embelleciendo y adornando, construyendo allí un espléndido palacio arzobispal, arruinado en el incendio de 1939, y que, sobre todo gracias al mecenazgo del cardenal Cisneros, hicieron de ella un foco del humanismo español en el siglo XVI. Impresiona aún, a pesar de la devastación producida en 1936, la belleza de la Iglesia Magistral, hoy catedral de la restaurada diócesis alcalaína, siendo admirable el esfuerzo que se está realizando para devolverle parte de su perdido esplendor, entre el que destacaba el desaparecido sepulcro del arzobispo Carrillo.
En esta ocasión mi viaje tenía un objetivo, visitar en el Museo Arqueológico Regional la exposición ‘De Palacio a Casa de los Arqueólogos’, una muestra que trata de recuperar la memoria del que fue Palacio de los Arzobispos de Toledo, una de las grandes joyas del Renacimiento en España, así como presentar un interesante proyecto de rehabilitación con la conversión de la parte desaparecida en el desastroso incendio en la Casa de los Arqueólogos, como ampliación del propio Museo. Junto a las piezas recuperadas en las excavaciones, una selección de documentos, así como unas magníficas reconstrucciones virtuales, permiten hacerse una idea de lo que llegó a ser el edificio, cuyo origen está en la fortaleza mudéjar construida por el arzobispo Jiménez de Rada en 1209, y enriquecida por Pedro Tenorio, Alonso de Fonseca y Juan Pardo de Tavera. En él nacieron Catalina de Aragón y Fernando I de Alemania.
Tras la visita me dediqué a pasear por el Parque Arqueológico urbano de Complutum, con la genial instalación de la Casa de los Grifos. No pude evitar pensar en la Vega Baja, en su abandono, en sus amenazas latentes ¿Toledo no se merece un parque arqueológico urbano similar? Bueno, similar no sería, porque parques arqueológicos romanos hay muchos, pero de una capital visigoda parece que no tantos. Insisto, Vega Baja con su extraordinario y único yacimiento es una oportunidad de desarrollo, en todos los ámbitos, para nuestra ciudad, no una amenaza. Sigamos luchando.