Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Sánchez y Fernández

28/01/2021

Permítanme que a estas alturas dude de todo. No de que exista una pandemia, eso nunca, sí de las medidas que los gobiernos nos han impuesto para luchar contra el maldito virus porque, amén de ineficaces, en ciertos casos rozan lo absurdo. El ministro Illa, ahora bendecido por el socialismo como un gestor ejemplar, bendito sea Dios, hace tiempo que decidió practicar lo que más nos ha recomendado a los demás, eso sí, lavarse las manos. De quedarse en casa, nada, que se ha marchado de candidato, dejando la sanidad patas arriba. Su jefe Sánchez no ha sabido liderar esta dramática situación y los gobiernos autonómicos han hecho lo que les ha venido en gana, sin demostrar que medidas tan rocambolescas como la de Castilla-La Mancha que impide viajar de Toledo a Argés, por ejemplo, supongan un freno a unos contagios desbocados. Es más, se puede dar la circunstancia de que nos prohíban ir a Olías y nos permitan trasladarnos a Cataluña a escuchar un mitin de Illa. Que lo veo venir. Así las cosas, caminamos sin rumbo, al albur de lo que decidan ejecutivos más preocupados por vender una imagen protectora de sus ciudadanos que por tomar decisiones que, efectivamente, contribuyan a erradicar una enfermedad que ha acabado con miles de nuestros seres queridos y nos ha provocado un agotamiento difícil de superar.
Lo cierto es que el optimismo con el que empezamos este 2021 se va diluyendo a la par que las dosis de vacunas, muchas de ellas administradas a políticos caraduras. Tampoco se ha controlado a los contagiados debidamente en la sanidad pública, que se limita a hacer un test a quienes presentan síntomas de covid, les obligan a estar diez días en casa y luego les dicen que, si se encuentran bien, salgan a la calle porque están curados. ¿Seguro? Algo no funciona.
Mientras, en Castilla-La Mancha, Page mantiene en su gobierno al dúo de consejeros más desgastado de la historia de esta tierra: Sánchez y Fernández, titulares de Bienestar Social y de Sanidad, respectivamente. Urge su cese: ambos han perpetrado un sinfín barbaridades a lo largo de la pandemia, que tiene su última muestra en la decisión de trasladar a enfermos de covid a una residencia de mayores para pasar la cuarentena. El desprecio a la vida de los ancianos no tiene calificativo. Cierto es que dieron marcha atrás en el caso de Talavera, tal vez porque vecinos, familiares y sindicatos, sí esos que creíamos extinguidos, alzaron la voz y ejercieron una presión ejemplar, pero Sánchez y Fernández han seguido con su plan y han sustituido la de Talavera por una residencia en Villacañas, que gestiona una empresa privada. Todo oscuro. ¿Cuánto costará el dislate?
Precisamente, las residencias de ancianos, tras recibir los mayores la primera dosis de la vacuna, se han convertido en bombas de covid, que han pillado desprevenidos a sus responsables, si es que los hay, mientras los residentes siguen sometidos a una incomunicación absoluta. Ojalá alguna vez los responsables rindan cuentas de esta crueldad. Y es que, casi un año después, ha pasado el tiempo de tolerar con resignación el comportamiento de nuestros gobernantes. Cumpliremos a rajatabla, no nos queda otra, pero que ellos demuestren empatía, eficacia,  conocimiento y coherencia. O que se vayan.