Jorge Jaramillo

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Jorge Jaramillo


Polémica renta agraria

21/12/2020

Como tratando de insuflar aire fresco y esperanzas a un sector agroalimentario asfixiado por la Covid y por el parón en seco que ha experimentado la actividad en su canal premium si hablamos de los restaurantes, hoteles y el catering (Horeca), el Ministerio de Agricultura (MAPA) ha adelantado, seguramente con buena intención aunque más premura que nunca, el resultado de la renta agraria.
Un polémico indicador -con el que nunca nadie está de acuerdo- que nos habla cada año del margen de beneficios, pérdidas o incluso de endeudamiento de uno de los motores de la economía del país y de regiones como la nuestra, que durante los peores meses que pudiéramos haber imaginado nunca, subió sin embargo un 4,3 por ciento.
 El MAPA desglosa el margen de ganancia y dice que la producción de la rama agraria se situará en 52.991 millones de euros, un 2,6 % más que en 2019, y que la producción animal registrará su valor récord de 20.272 millones de euros. Por sectores, destaca especialmente el incremento del 29,5 % en el segmento de los cereales, con precios ahora a la baja en las lonjas, por la buena cosecha que efectivamente fue récord. Y añade al balance el resultado de las frutas que, según los servicios técnicos ministeriales, mejoró su rentabilidad un 12,2 %, «por los buenos precios», especialmente en cítricos. Otras variables positivas vienen de los cultivos industriales (+8,5 %) y las forrajeras (+8,1 %).
Las reacciones críticas e incluso de mofa no se han hecho esperar entre algunas organizaciones agrarias, especialmente entre las más conservadoras como Asaja o la Unión de Uniones. La primera califica el balance de «osado y desafortunado» porque dice que «los productores agrarios que han logrado sobrevivir a este aciago 2020, atraviesan serias dificultades para mantener a flote sus explotaciones». Y añade que «alrededor de 35.000 trabajadores por cuenta ajena se han quedado por el camino y más de 2.500 trabajadores por cuenta propia han abandonado el sector».
Para la Unión, los datos de renta agraria «ofrecen un diagnóstico alejado de la realidad» poniendo como ejemplo al ovino y al caprino de carne, al vacuno o al vino que han tenido que ser rescatados con ayudas estos últimos meses. «Chirría que los datos presentados señalen, por ejemplo, un aumento del 2,2% del valor de la producción de plantas y flores, cuando todos los eventos y festejos se han suspendido a causa de la pandemia», precisan sus técnicos que también ponen sobre el tapete la evolución de la renta agraria en Alemania donde bajó un 13,3 %, o en Francia un 6,6% o incluso en Italia un 5,9%.
Desde luego algo falla si unos números contrastan tanto con los otros. ¿A quién creer?
Lo que no parece exagerado es que el trabajo del campo fue esencial y determinante para que los demás funcionemos. Porque multiplicó la actividad productiva ante la psicosis del confinamiento, también su riesgo para satisfacer la demanda y lograr que la cadena no parase, ni hubiera problemas con la logística hasta que los alimentos llegaran a su destino por remoto que fuera.
Ese es el esfuerzo que debiera quedar compensado en el Boletín Oficial del Estado que es donde deben fraguar las soluciones para que, con rango de ley, sean reales y efectivas. Y son varias las peticiones que se acumulan. La principal, garantizar la cobertura de los costes.
Quizás no sobren los mensajes de aliento, aunque hubiera que ir con más tacto, sobre todo si se corre el riesgo de provocar el efecto contrario. Tampoco es bueno negar evidencias. Y en este sentido, si algún sector pudo sacar la cabeza o le fueron bien las cosas gracias a la exportación, -pensemos por ejemplo en el porcino-, ¿habrá que ponerlo también en valor?