Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Hervor, liderazgo y afanes

16/06/2019

y Madrid, que los ayuntamientos eran la gran escuela donde se formaban los hombres de Estado. Y popularmente se ha sostenido que al político que no ha sido concejal de su pueblo le falta un hervor. Ayer se constituyeron las corporaciones locales. Alcaldes y concejales comienzan una carrera de fondo, en la que no conviene perder ni un minuto, para hacer realidad las propuestas con que se concurrió a las elecciones de mayo y cumplir cuanto se ha comprometido.
Entre los principales objetivos a los que deben aspirar quienes se dedican a la gestión pública destaca contribuir a transformar la sociedad, procurando que la igualdad y el progreso de sus vecinos sean próspera y venturosa realidad. Nuestra primera Constitución, aquella ‘Pepa’ de 1812, establecía que el objeto del Gobierno era la felicidad de la Nación, «puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen». Pretensión loable que aún mantiene su vigencia.
La capacidad de liderazgo es una de las condiciones que debería acompañar a cuantos regidores acaban de tomar posesión. Quienes la tienen no son ni los más altos, ni los más guapos, ni los que mejor salen en las fotografías. Un buen líder es el que suma voluntades, no quien divide y fomenta resquemores en sus equipos. Crea ilusiones, define retos y compromete a sus vecinos para alcanzar nuevas metas. Es el primero en arrimar el hombro, delega, tira del carro en los momentos difíciles y deja hacer a sus compañeros, para que las virtudes individuales contribuyan al éxito colectivo. No grita, ni impone. Dirige. Dialoga, razona, escucha a los disidentes, reconoce sus errores, da razones a quienes las tienen, pide consejos y pareceres, mantiene con firmeza las decisiones que benefician al grupo y da un paso atrás para que los focos alumbren a quienes más se lo merecen en cada momento. Sabe tender la mano. Reprende para corregir, no para humillar. Aquellos que reúnan tales condiciones ya tienen ganado un buen trecho para desarrollar una buena gestión en sus pueblos y ciudades. Los que no, deberían empeñarse, humildes y tenaces, por mejorarlas. Cuatro años pasan volando. El recuerdo de los munícipes mediocres se diluye pronto, el de los carismáticos perdura. Es tiempo de afanes.