Ignacio Ruiz

Cabalito

Ignacio Ruiz


Oenegeseando pesebres

07/12/2019

No voy a hablar del quehacer bienintencionado y profesional de las verdaderas ONG, de las de rancio abolengo, aquellas que, de todo punto buscan enseñar a cultivar en lugar de llevar hortalizas, aquellos que enseñan a pescar en lugar de llevar el pescado emplatado, esas, las ONG de cuna, son las que hay que valorar/apoyar en todas sus necesidades.
Me refiero a los chiringuitos, maulas y saca-cuartos en busca de dinero publico fácil, con poco esfuerzo y mucho de amiguismo y membresía clientelar. No solo son las gurteles, los eres o las ugetés, de los últimos tiempos. Qué alto grado de  sinvergonzonería de muchos, tan grave como la complicidad de los de alrededor, que callan y otorgan por miedo, temor y cuidado de mantener el propio pesebre.
Esa aspiración asceta de unos pocos nos ha llevado  a tener la clase política, como dice un muy  buen amigo mío, con menor talento en los últimos años.
Otro caso son aquellos que ven en los partidos políticos la personificación de su salvación personal. Con lo que cuesta llegar a final de mes, y los hay que les cuesta poco bajarse los pantalones de la dignidad. Una especie de primates que no sueltan liana hasta que no agarran otra liana que les apesebre año tras año. No será tan grave, es que no somos conscientes de su realidad.
Y al caído en desgracia ¿qué le hacemos? Pues darle un trabajito, pobre él. Si era un chivato de tomo y lomo, le damos un sueldito, si era un borracho que malgastaba el dinero público, le pagamos el alquiler, si sus decisiones siempre estuvieron veladas por una cortina de estupefacientes y destinadas a restar, sumémosle euritos a su aniquilada cuenta corriente.
Qué grave error cometen aquellos que, por alguna ventolera mental, los redimen, una y otra vez. Se quieren ganar un cielo que no merecen, ni tampoco merecerán con esta acción de redención, aunque creo que un poquito de infierno merezco yo también por mi falta de perdón, allá yo, ¿no?. Creo que dar pábulo, pesebre y subvención a los mayores sinvergüenzas que haya parido este país no es ejemplar ni genera solidaridad en el entorno.
La falta de talento en los equipos se suple con esfuerzo, sacrificio, humildad, pero sobre todo, con trabajo.