Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


Bendita democracia

19/12/2022

Lo explicó muy bien Tucídides. La historia humana es un ciclo que el exceso de poder mantiene girando. Los déspotas primitivos ponen a circular la rueda. Cuanto más poder obtienen, más codician y así continúan abusando de su autoridad hasta que surge una oposición y unos cuantos hombres, bastante fuertes cuando se unen, toman el poder por sí mismos. Pero tampoco estos pueden quedar satisfechos. Pisotean los derechos de otros, hasta que el pueblo se levanta contra ellos y la democracia sucede a la oligarquía. Pero también allí el mal sigue actuando. Trae consigo corrupción y desprecio por la ley hasta que el Estado ya no puede funcionar y cae ante un hombre fuerte que promete restaurar el orden. Por fortuna, llega una época en la que florece la cultura a través del pensamiento, las artes, las matemáticas, la literatura, y la mayoría es consciente de su fuerza y decide luchar contra aquellos que solo desean que impere su poder personal. 
La antigua Grecia se convirtió en el lugar del mundo donde brilló el pensamiento, la razón filosófica sobre la fuerza de mitos y deidades gobernadoras de lo terreno (al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, dijo el Cristo mucho después, algo que algunas religiones aún no han descubierto). Allí surgió el credo de la democracia, la libertad espiritual y política para todos como servidores voluntarios del Estado. Fue la concepción subyacente en la más alta realización del genio griego, y se puede decir también que del genio humano. Nació en el siglo VII a. C., cuando Solón puso las primeras bases de la democracia en el mundo, escribiendo en unas tablillas, de forma cuadrada y piramidal, parecidas a un pincho moruno, las nuevas leyes por las que se debía regir Atenas. Después, esa raíz democrática fue debilitada por la carrera por el dinero y el poder en la edad de Pericles. La guerra del Peloponeso la destruyó, y Grecia la perdió para siempre. No obstante, el ideal de hombres libres unificados por un servicio espontáneo a la vida en común, quedó como la gran idea del futuro ilustrado. Muchos pensadores la desarrollaron y multitud de pueblos lucharon por ella. De los pensadores hay que destacar a Montesquieu, quien demostró que sin la separación del poder legislativo, ejecutivo y judicial no puede haber democracia.
  Nosotros tenemos la gran fortuna de ser los herederos de aquel sueño griego. Si algo se puede considerar sagrado en nuestra cultura es eso. Sin embargo, hoy, nada menos que el Tribunal Constitucional puede traspasar la línea roja de Montesquieu, devorando la libertad de discusión del poder legislativo. Mal día será si eso ocurre. Menos mal que será una decisión temporal, porque el Tribunal Europeo de Derechos Humanos los pondrá en su sitio.