Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Iconografía navideña

24/12/2020

Las fiestas navideñas deben ser las que con mayor ilusión esperamos entre todas las señaladas en el calendario cristiano. Desde su origen se han ido transformando, puesto que en la celebración del aniversario del nacimiento de Jesús de Nazaret confluyen tanto tradiciones paganas milenarias y disquisiciones de profundidad teológica como el poder político de la Iglesia y elementos de cultura popular. Fruto de ello es que la expresión de la Navidad y la Epifanía tuviera manifestaciones distintas en Oriente y Occidente que todavía perduran y que, aunque coincidiendo en lo básico, haya diferentes costumbres entre países vecinos.
Empezando por la fecha, el 25 de diciembre para la mayoría de los historiadores no obedece a ninguna referencia histórica rigurosa. Lo más probable es que la Iglesia no atendiera a precisiones científicas, que tampoco tenía a mano, sino que tratará de restarle competencia a las festividades paganas muy arraigadas entre las gentes como las Saturnales o la festividad del Sol Invictus. No dejaba de ser más sencillo cristianizar estos cultos, relacionando el nacimiento de Jesús con el simbolismo del solsticio de invierno, presentado como el final de la oscuridad y el inicio de una renovada humanidad, que intentar institucionalizar otras fechas y que, además, fueran las anteriores olvidadas. Si durante la Edad Antigua el cristianismo fue adaptando las costumbres paganas a su credo dándoles sentido espiritual, fue en la Edad Media cuando se enriqueció y dio solemnidad a las celebraciones navideñas. Se instauró un periodo de meditación y penitencia, el Adviento, para prepararse espiritualmente ante la venida de Jesús y se le dio grandiosidad a la liturgia en monasterios y catedrales. Hasta hoy ha llegado la misa de medianoche que se popularizó como Misa del Gallo. Animal que canta a la salida del sol y que ya era símbolo pagano del renacer, por lo que fue elegido para anunciar que Jesús acaba de nacer. En el Medievo, la Navidad inspiró a las Bellas Artes y al resto de artes humanas como la gastronomía que adoptó la costumbre clásica de poner en la mesa ocas o gansos para favorecer el buen tiempo, ya que estas aves regresaban del norte al finalizar los fríos, o la torta de las Saturnales con un haba en su interior que convertía en rey de la fiesta a quien le tocaba.
En la pintura, el componente temático de las obras depende del contexto histórico, pero ha servido para representar los principios teológicos y transmitírselos al pueblo, menos inclinado hacia las letras, a través de los sentidos. San Agustín entendía que la pintura al ofrecernos la verdadera sabiduría, convierte más almas que la predicación. En este sentido, es impresionante la galería del Monasterio de Rila en Bulgaria. Desde los frescos los personajes te hacen participe de las escenas, infundiendo piedad y temor. El rigorista Francisco Pacheco vigilaba el respeto a las directrices teológicas tras la Contrarreforma y disponía los rasgos iconográficos para cada episodio navideño, aunque aceptó, fuera de los dictados de los Evangelios, a la mula y al buey por sus connotaciones populares. ¡Feliz Navidad!