Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


La Constitución como límite

09/12/2020

Significativo: los grupos nacionalistas/independentistas no asistieron a la conmemoración del día de la Constitución en el Congreso de los Diputados. Como siempre. Estos grupos no sirven a la España abierta, libre y plural establecida en la Carta Magna. Se sirven de ella, aprovechándose de la generosidad y la amplitud de nuestra ley fundamental. Así ha sido y así será. El problema se extrema cuando esos partidos, incluso los más radicales, son entronizados en la ‘dirección del Estado’ por nada menos que el Vicepresidente del Gobierno que, por otra parte, solamente ha ido a la celebración pública de la Constitución cuando ha comenzado a tocar poder. Antes también se ausentaba. Con este panorama, por más que se empeñe el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en ser garante de la CE «de principio a fin» mientras que él esté al mando, resulta complicado aceptarlo con plena confianza.
La Constitución ha cumplido cuarenta y dos años. Cuando uno pasa la frontera de los cuarenta comienza a transitar por esa tierra media del ciclo vital tan apta para todos los balances y las redefiniciones, aún posibles, de cara al futuro. La Constitución ha sido el marco que ha permitido una proeza en un país tan complejo como el nuestro: paz, prosperidad y libertad. Nunca en la historia moderna habíamos conseguido combinar los tres factores de una forma tan nítida, a su vez con tres grandes aspiraciones establecidas en la Ley de Leyes: la unidad del país con un amplio reconocimiento de su diversidad; la libertad económica con fuertes garantías sociales y el reconocimiento del papel imprescindible del sector público; y la elevación al máximo nivel de las libertades individuales y publicas fundamentales, configurando sin duda uno de los países con las libertades más amplias de mundo. Toda una historia de éxito.
No es cierto el relato que sitúa la Constitución como una suerte de ‘carta otorgada’ ideada por los herederos del franquismo para mantenerse en la elite cediendo lo mínimo, como tampoco lo es el relato que prescinde del clima social mayoritario favorable a un cambio que había en nuestro país en aquellos años. La Constitución fue el encuentro de dos Españas que cuarenta años antes habían dirimido sus diferencias a tiros en los campos de batalla. Pero en el momento de la Transición ninguna de las dos era lo suficientemente fuerte para imponerse a la otra. Hicieron, por tanto, virtud de la necesidad.
Lo cierto es que durante los últimos años nos ha acompañado como sin notar su presencia, nos ha acompañado como un paraguas transparente. Y es ahora cuando la comenzamos a notar. Está en el centro de la polémica. Hablamos de ella sin parar como si estuviera en peligro su propia existencia. ¿Lo está?. Lo que resulta incuestionable es que por primera vez una Constitución tan amplia y generosa se comienza a usar como límite, como dique de contención frente a los que no están de acuerdo con el proyecto de convivencia. Porque hasta ahora la Constitución era una avenida tan amplia cuyos límites eran imperceptibles, ni siquiera hacía falta recordarlos. Ahora sí que hay que hacerlo, y es en este momento cuando nos damos cuenta del difícil equilibrio en el que hemos vivido durante las últimas décadas.  Equilibrio precario que a veces se consiguió con pactos inconfesables, con tiras y aflojas, con cesiones y más cesiones a esos nacionalistas a cuyas terminales más radicales  Pablo Iglesias pretende integrar en la dirección del Estado sin que ellos hayan renunciado ni un momento a sus objetivos máximos. A ellos no les importan España porque la odian. Es  en esta democracia cuando podemos decir con todas las de la ley que los enemigos de España son los enemigos se la Constitución. Se puede decir con toda la tranquilidad y la legitimidad porque esta Carta Magna es tan amplia y generosa que permite muchas formas e intensidades en el  amar lo compartido, quedando fuera necesariamente los que de ninguna manera van a discurrir jamás por esa amplia avenida de compromiso en libertad.
Los límites de la CE eran hasta ahora imperceptibles, no se veían como no se ve la orilla de un ancho río cuando uno está situado en la contraria. Ahora sí que se ven esas orillas, no porque el espacio sea más estrecho sino porque los que están situados en los límites han visto que sería posible hacer zozobrar el barco entrando en la sala de máquinas. Si alguien les abre la puerta gustosamente, claro.