Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


¡Toc! ¡Toc!

14/03/2023

Llevo días llamando a su puerta. Le adelanto que, quiera o no, tendrá que abrirla y entraré en su vida en pocos días. Es seguro que anda usted muy liado en sus cosas, y no haya oído mi toque de atención. O también, que no sepa cómo recibirme, ni qué decirme, ni cómo vestirse para la ocasión. Si con bufanda, gorro de lana, bermudas o polo playero. Reconozco que a veces llego algo pronto, y en ocasiones, algo tarde. Pero siempre soy fiel a mi cita. Es mi forma de ser.
Si le sirve de consuelo, le recuerdo que todos los años le ocurre lo mismo. Está tan ensimismado en sus cuitas, que mi llegada le pasa desapercibida. Y la verdad, me siento algo ofendida. Más que por no esperarme, por el hecho de que no repare en la alegría que derramaré las próximas semanas. En usted y en los suyos.
Los más avezados miran el calendario y saben con exactitud cuando llego. Tienen marcado en el almanaque el veinte de marzo. Incluso la hora, que este año serán las cuatro y treinta y tres minutos. Pero yo, que soy muy juguetona, gusto de saltarme el calendario cuando me place. En ocasiones, me retraso para que mi llegada sea aún más deseada. En otras, me adelanto y pillo al personal con guantes y gorro de lana.
No crea que cuando me marcho lo hago con alaracas y en loor de multitudes. Me despido el veintiuno de junio pero, por estos pagos tan toledanos, para ese día ya he hecho fú como los gatos y les dejo con Lorenzo todo el tórrido verano. Así se enteran de lo que vale un peine y valoran un poco más el suave calor que acompaña mi presencia. A veces, acompañado de la prudente y necesaria lluvia.
Como ya le digo, estoy llamando a su puerta desde hace días con insistencia. Primero lo hago con golpes tímidos, casi imperceptibles, y los cuelgo de blanco en los almendros. Por estas fechas también envío a mis cigüeñas para que vigilen desde lo alto de los campanarios mi llegada. Y hago repetir el sonido de los tambores y cornetas, en los ensayos de Semana Santa, para pregonar mi pronta entrada.
Por si fuera poco, allá por abril, me pongo de acuerdo con los que dicen qué hora es, y les convenzo para que me den una horita más de luz.
Para los que se resisten a abrirme la puerta de su casa, y de su corazón, tengo mis artimañas para anunciarles mi venida. A unos les mando la maldición bíblica de las alergias, y así se dejan buena parte del sueldo -y de la nariz-, en paquetes de clínex.
A otros -a los que tienen el corazón cerrado o dormido-, les recuerdo que soy la etapa más hermosa para enamorarse. Les traigo los recuerdos de cuando cayeron bajo las flechas de Cupido, o les presento imágenes de jóvenes declarándose amor eterno (o casi) bajo un almendro.
Ábrame la puerta con confianza. Este año vengo cargada de ilusión y buenos deseos. Los verá pronto. Especialmente el veintiocho de mayo.

ARCHIVADO EN: Semana Santa, Despidos