Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Leyendo a Thoreau

27/05/2021

Henry D. Thoreau, nacido en 1817, fue un personaje singular. Comerciante, maestro, aficionado a la pintura, agrimensor, fabricante de lapiceros y naturalista, está considerado como uno de los fundadores de la literatura norteamericana. Prefirió vivir en soledad, rodeado de sencillez. En sus libros y conferencias se pronunció contra la esclavitud, mostrando su aversión contra los abusos del Estado y sentando los principios de la desobediencia civil. Su influencia fue decisiva en futuros líderes como Martin Luther King.
Acabo de leer algunos de sus ensayos. «El destino de un país –recogía en uno de ellos- no depende de cómo se vote en las elecciones, el peor hombre vale tanto como el mejor en este juego; no depende de la papeleta que introduzcas en las urnas una vez al año, sino del hombre que echas de tu cuarto a la calle cada mañana». Si cada uno de nosotros, en ese devenir diario aportásemos más por el bien común, olvidando egoísmos y cuantas veleidades nos conducen a irracionales sectarismos, seguro que las cosas, individual y colectivamente, nos irían mejor.
Cuanto está ocurriendo en las fronteras de Ceuta y Melilla nos sitúa ante un ambivalente espejo donde se refleja qué tipo de personas somos y el conjunto social en que convivimos. Sonsoles Arnau, compañera en estas columnas lo ha expresado muy bien. Qué tristes tiempos–se lamentaba el lunes- en los que hay que explicar un abrazo, justificar la empatía y el sentido de la mínima humanidad por el prójimo. Que tan cercano gesto se haya convertido en un acto heroico y extraordinario, como ella decía, es síntoma de que algo no va bien. Con más frecuencia de lo que deseáramos y con menos recato del que la concordia requiere, los mensajes xenófobos, machistas e insolidarios de la ultraderecha calan y emergen entre nosotros, en ocasiones aventados por nuestra propia indolencia. Frente a tales sentimientos y actitudes, las fortalezas individuales apostando por un mundo más justo, más responsable, más pensado en las personas son imprescindibles para detener supremacismos excluyentes. «Un grano de oro puede dorar una gran superficie –escribió también Thoreau-, pero no tanto como un grano de buen juicio». Por fortuna, de eso, aún nos quedan generosas reservas, aunque algunos, despectivamente, lo tilden ahora de inconsistente y oportunista ‘buenismo’.