Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


El escudo en la cartera

06/03/2023

El escudo en la cartera y bien arrebujadito en la bandera, así iba hasta ayer mismo el señor Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, esa empresa mimada por los diversos Gobiernos de España desde que la gente de la calle pensaba que se trataba de algo conectado con la Renfe, hasta que vimos que se inflaba como la rana de la fábula y empezó a sacar pecho. ¡Qué lejos aquella época en que el señor del Pino permanecía atento a que hasta el más humilde concejal recibiera en Navidad una cajita de chocolatinas acompañada de su tarjeta de visita! Para entonces sabía lo que se hacía.
Está claro que hay anuncios publicitarios que traspasan las fronteras y llegan hasta los más íntimos aposentos, que diría el juglar. Don Rafael, como esa señorita o ese caballero cabreados porque se consideran engañados por su seguro, exclama con un deje de indignación: «¡Ah!, ¿sí?, pues me voy a la Mutua». No sé ni me interesa saber lo que es ese paraíso que acoge a los indignados y estafados del mundo, que son legión, pero a fe que ha de ser un enclave de ensueño, hasta que, imagino, tienes un percance y los necesitas…, entonces… El problema es adónde ir en ese caso…
Pues, en el caso de don Rafael, cabreado, acaso con razón, con sus protectores de antaño, ha dado un respingo, y como la señorita del anuncio, ha optado por 'irse a su particular mutua', o sea, Los Países Bajos, donde acaso el buen hombre cree que 'atan los perros con longanizas' (las ataron, desde luego, hasta que nos dejaron los pezones secos). Y es que don Rafael, que, además de demostrarnos que es el típico hombre  deshonesto que vive para y por el dinero, posiblemente persigue otros fines tan nauseabundos como el primero, y que confluye en el mismo delta o estuario, o lo que a él le dé la gana porque por algo es uno de esos multimillonarios que han escalado  su particular 'everest', merced a ayudas, subvenciones, y, claro está, al sudor de sus miles de asalariados.
No hay duda de que vivimos tiempos difíciles, complicados, y muy ingratos; una época en que, acaso por efectos de la pandemia, no hay respeto,  ni palabra, ni nobleza y cada cual dispara sin contemplaciones a quien tiene enfrente; un tiempo de falsos profetas; un tiempo, digamos para simplificar, difícil (pero ¿cuál no lo fue?), pero eso no le da derecho a don Rafael –parece ser por despecho con el Gobierno de Sánchez– a traicionar a España, provocando probablemente un efecto dominó de impredecibles consecuencias (que son acaso las que él persigue), en cuya puerta de salida está el señor Feijóo. Porque de ser así, eso sería jugar sucio, haciendo verdad el viejo dicho de que, junto a los grandes y menos grandes empresarios, los hay –no muchos, por suerte– que caminan con una pata de palo.
El patriotismo es la virtud de las virtudes, como lo demuestra en estos difíciles días el heroico pueblo ucraniano, y como lo demostró España no sólo cuando fuimos grandes (y lo fuimos, recordémoslo, porque estábamos unidos en un proyecto) y también cuando fuimos pequeños. Coger la bolsa y salir 'echando leches' dice muy poco de este empresario,  que, con su gesto ruin, nos hunde un poco más en el fangal de la Historia donde canallas como el duque de Lerma, el rey felón y  tantos miserables que todos conocemos nos hundieron. Y observen que una y otra vez se repite la historia   cada vez que estamos a punto de salir.
Por fortuna, junto a esta ralea, existe una mayoría de empresarios que son auténticos pilares en España, gentes que, como diría  el juglar, oran y laboran y ponen  lo que hay que poner cuando lo tienen que poner: eso también es patriotismo, aunque determinados gerifaltes podemitas, henchidos de soberbia, lo pongan en duda.