Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Rogativas y parsimonia

19/04/2020

Janusz Wojciechowski no empieza con buen pie. Ya le costó sacar adelante el examen de idoneidad ante el Parlamento, -a la segunda fue la vencida- pese a muchas reticencias de la Comisión de Agricultura donde sigue generando dudas y desazón. Esta semana en concreto despachó a los eurodiputados sugiriendo que sean los Estados miembros los que se rasquen el bolsillo con fondos propios, o modifiquen sus planes de desarrollo rural cuantas veces haga falta, para sacar adelante compensaciones que amortigüen el golpe económico del coronavirus.
Los parlamentarios españoles y de otros países le pedían que abriera el fondo de crisis, dotado con 465 millones de euros que, no olvidemos, sale de las mismas ayudas de la PAC de agricultores o ganaderos. Por tanto, un dinero detraído o reservado para graves situaciones de mercado, hundimiento de precios o emergencias sobrevenidas que alteren el normal funcionamiento de la cadena alimentaria como se convino en la última reforma.
   Con su actitud alimenta -como poco- el fantasma de una Europa distante y dividida en el diagnóstico que no acaba de ser contundente, más bien dubitativa, frente a la emergencia social, económica y desde luego sanitaria que vienen reclamando los socios más golpeados por la pandemia. Contrasta sin embargo esa pose fría con los mensajes de la propia Presidenta, Úrsula von der Leyen, su jefa, que con repetición se esfuerza por reconocer la figura de los productores por su diligencia y compromiso con el abastecimiento a la población.
   Si miramos atrás, en la historia más reciente de Europa, y desde luego del Colegio de Comisarios, no existe un precedente de crisis tan grave como el actual que hayan tenido que gestionar. Una oportunidad sin duda para demostrar la altura de un gobernante o su falta de preparación, empatía o consciencia de la gravedad. Me explico.
   Hasta ahora, la aprobación o el suspenso de los responsables máximos de la agricultura europea, desde el austriaco Franz Fischler hasta el irlandés Phil Hogan, ha tenido mucho que ver con la gestión que hicieron de la Política Agraria Común (PAC), y especialmente, en su destreza para acometer las reformas que sucedían entre períodos. De hecho, en la memoria del campo quedan grabados bruscos giros que fueron imponiendo para acceder a las ayudas, liberalizando un mercado agroalimentario que fue perdiendo todos los mecanismos de intervención y de rescate, los mismos que ahora se reclaman para congelar carne de ovino, de caprino, deshidratar leche o almacenar quesos.
   Las medidas adoptadas hasta ahora por el actual Comisario polaco frente al COVID-19 han sido más bien administrativas: aplazar hasta el 15 de junio el registro de solicitud de las subvenciones, flexibilizar algunos controles sobre el terreno, o anticipar el máximo posible los pagos directos cuando arranque la próxima campaña, a partir del 15 de octubre. Pero ninguna ha sido regulatoria, pese a tener sobre su mesa, desde hace semanas, la petición de almacenamientos para todos los subsectores atrapados comercialmente por el virus, y antes por el veto ruso o los aranceles de Trump.
   La aparente distancia y parsimonia demostrada en sus intervenciones plenarias ha provocado un movimiento colectivo de todos los ministros de Agricultura, plasmado en una carta conjunta remitida estos días al mandatario. Ante la aparente falta de iniciativa, en esencia, es una rogativa para que aparque los discursos, o hablando en plata, para que abra los arcones de Europa donde poder congelar toda esa carne que se ha quedado en las explotaciones por el cierre de la restauración que, visto lo visto, va para largo. El propio Planas mantuvo el viernes una conferencia con él donde, según la comunicación oficial del Ministerio, le vino a responder que se está trabajando en ello. Así pasan los días acumulándose las tareas y la emergencia. El lunes cuando llegue al despacho ya tendrá la reclamación de las cooperativas de vino de España, de Francia e Italia para ir pensando en una destilación de crisis por todo lo que ya no podrán vender, mientras la viña -muy pronto- empiece a cerner.