Bienvenido Maquedano

La espada de madera

Bienvenido Maquedano


Eso es todo, amigos

27/04/2021

Hasta aquí. 7 años, 358 columnas y 161.337 palabras. Desenvaino por última vez mi espada de madera para dar las gracias y despedirme. A Carmen Sánchez Jara, subdirectora de La Tribuna, que fue quien me ofreció el espacio en el periódico y total libertad para expresarme. A Fernando Franco, director, y al grupo Promecal, que me han sostenido todo este tiempo sin un solo rechiste. A usted, que ha renunciado a un par de minutos semanales para que yo me ahorrase la consulta del psicólogo. A Bimbo, que me regaló pastelitos. A Correos, que me mandó mermeladas, aceite y miel.
Lo dejo porque tengo la sensación de que he perdido la conexión con la realidad y de que estoy conversando con una pared, de que mi boxeo es de sombra y mi toreo de salón. Los temas que me interesan cada vez son menos. El mundo pivota en torno al coronavirus, la politiquería y las redes sociales. Temas ordinarios que me aburren increíblemente. Por eso entiendo que me toca guardar el lapicero en el cajón, levantar las posaderas de la butaca y apagar la luz al salir, con la esperanza de que un nuevo inquilino ocupe el hueco vertical que dejo libre en la tercera página y lo amueble con palabras frescas que conecten, satisfagan y emocionen al lector. Me voy porque noto que mis últimas columnas están al borde del desmayo; porque considero que este periódico se merece a alguien más motivado, comprometido con la actualidad y cercano a las claves que la mueven. No puedo hablar indefinidamente de mi pueblo, de lo que leo, de lo que siento, de lo que viajo, de los que se me mueren o del pobre anecdotario de mi vida porque empiezo a no encontrarme el sentido.
Sé que echaré de menos el ritual: hacerme con un ejemplar, sacar los fallos a lo que escribí dos días antes, envidiar el señorío de Jesús Fuentes, recortar la página, guardarla en una carpeta de gomas. Pero me quitaré la tontería de estar pendiente de qué aceptación ha tenido el texto, de si le habrá servido a alguien para algo, de que el martes sea el centro de mi semana. Me arrepentiré de esta decisión, tendré síndrome de abstinencia, se me hará bola el vacío en la agenda que dejará el cese de la escritura, por no hablar del descenso de ingresos en mi cuenta corriente. Espero llevar esos arrepentimientos con la dignidad del ex fumador, que sabe que tiene que dejar el vicio porque, a la larga, es lo mejor para él y para los que le rodean. O porque ya no se lleva lo de fumar. Ha sido todo un privilegio. No olvide supervitaminarse y mineralizarse.