Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Repensando Talavera (y Toledo)

01/11/2019

La pasada semana el Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha, desde su delegación de Toledo, organizó tres jornadas muy interesantes sobre la proyección de Talavera en el futuro atendiendo a tres cuestiones: la ciudad inteligente; los proyectos de adecuación de riberas y aprovechamiento del río Tajo a su paso por la ciudad; y finalmente, las posibilidades que abre la declaración hace escasos meses de Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico, de una parte importante –aunque incompleta– del casco antiguo. Unas jornadas pertinentes y que llegan a tiempo para afrontar una época que debe ser, más que importante, decisiva en la historia de Talavera.
La Talavera actual es heredera del desarrollismo de los años 60-90. Basta echar un vistazo a las fotografías aéreas de la ciudad, para hacerse una idea del crecimiento brutal acaecido en tan sólo tres décadas, que revientan la cintura al tercer recinto amurallado, y expanden la ciudad en el eje este-oeste, delimitada por la traza del Tajo y el ferrocarril. El Plan General de 1997, y el Plan de Ordenación Municipal de 2010, insisten en en dar continuidad a esa expansión que ya se había frenado, debido al colapso demográfico de la comarca, al desencaje político-económico y esquinamiento dentro del marco autonómico regional; y a la falla consecutiva de los motores productivos, la falta de un horizonte como ciudad, y el consecuente desempleo perennemente anclado en cifras tan vergonzantes como definitorias de la situación. Tanto el Plan General, como especialmente el vigente POM, perfilan un planeamiento disociado de la realidad, apostando como digo hacia una ciudad que crece, en densidades bajas, y sin ocuparse de la ciudad creada y vivida, del tejido urbano consolidado que envejece, y sufre las consecuencias de una planificación apresurada.
Talavera necesita planificar su futuro pero no como se ha hecho hasta el momento. La planificación urbanística debe hacerse desde la ciudad, desde los ciudadanos, apoyándose en técnicos y en la tecnología. Pero no bajo el mantra acatado por los poderes políticos y con aparatajes jurídicos que se resisten a dejar de servir meramente a intereses cortoplacistas o empresariales (ahí está la Vega Baja, amenazada de nuevo ahora y por los mismos, como en las pasadas edades del oro ladrilleras de los noventa y dos mil); si no –por fin– una planificación dictada y pensada por los ciudadanos. La ciudad se ha de reflexionar, pensar, sentir y creer. Es preciso intervenir en áreas supramunicipales, pero también en importantes espacios del tejido urbano consolidado. Hay que proteger y crear espacios para el paisaje, los ríos, las personas... Y eso es mucho más que trazar a escuadra y cartabón rectángulos de suelo que clasificar y llenar de pisos, casas, densidades...
Repensar el urbanismo, después de la realidad y sensatez que ha traído la crisis de finales de la pasada década, más que una necesidad es una oportunidad. Talavera necesita repensarse. Y Toledo también, porque no todo vale y menos en Toledo, y la ciudad necesita recuperar sus vegas, las visuales que enmarcan el casco, cigarrales, el valle y los berrocales, todo dentro –como Talavera– de un territorio que debe volver a hacer suyo y con urgencia al Tajo. Son nuevos tiempos que requieren nuevas formas, más amplias y respetuosas. Tiempos que sepan reflexionar, escuchar, y ante todo dialogar con la ciudad que fue y que será.