Editorial

El órdago de Junts se transforma en un búmeran en su contra

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En el verano de 1931, José Ortega y Gasset, por entonces diputado de la Agrupación al Servicio de la República, movimiento político fundado por intelectuales como Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y el propio filósofo y ensayista, se dirigía a los miembros de las Cortes Constituyentes de la Segunda República y les advertía de tres cosas que sus señorías no debían hacer en el hemiciclo: «ni el payaso, ni el tenor ni el jabalí». Es decir, en su opinión, los políticos no podían acudir al Congreso ni a ser grotescos ni a lucirse ni a vociferar.

Casi medio siglo después, los diputados de Junts per Catalunya y de Esquerra Republicana, partidos que sostienen al Govern de Pere Aragonès, demuestran a diario que peor que comportarse como 'payasos' o 'jabalíes' es ser un jabalí disfrazado de payaso o un payaso comportándose como un jabalí.

Lo sucedido esta última semana en el Parlament solo tiene un calificativo: esperpéntico y demuestra que el matrimonio político entre republicanos y neoconvergentes es sólo ya de conveniencia puesto que la confianza entre ambos partidos hace tiempo que está rota. Solo así se entiende que Junts amenace con presentar una cuestión de confianza si ERC no cumplía con el acuerdo de investidura. Sin embargo, el órdago político lanzado por los neoconvergentes, manejados desde Waterloo por Puigdemont, no les ha podido salir peor. Como respuesta a la bravuconada, Aragonès no le ha quedado más remedio que destituir de su cargo al vicepresidente Puigneró, máximo representante de Junts en el Govern, por no haberle informado de las intenciones de los halcones de su partido en lo que también se encuentra la expresidenta del Parlament, Laura Borrás, que fue suspendida de su cargo tras ser enviada al banquillo por fraccionar presuntamente contratos para favorecer a un amigo.

Si Junts no está de acuerdo con el pragmatismo que está demostrando ERC en estos últimos meses abandonando la vía unilateral hacia la independencia, debería haberse salido del Gobierno y como oposición promover una moción de censura. Pero el 'vodévil independentista' no ha acabado aquí. Tras anunciar el president la destitución del número dos del Gobierno, acto seguido anunciaba que dejará el 'cargo vacante' hasta que Junts elija a su sucesor o decida abandonar el gobierno. Inaudito, pero cierto.

No obstante, continúen o no los neoconvergentes en el Ejecutivo catalán, la gobernabilidad no parece estar comprometida y unas nuevas elecciones, prácticamente descartadas. ERC puede seguir gobernando en solitario con apoyos de Comunes y del PSC. Los favores en Madrid bien pueden pagarse en Barcelona. Sin duda, un mal menor si sirve para desinflar el soufflé independentista y calmar a 'payasos, tenores y jabalíes'.