Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Agotando la paciencia

15/03/2021

Y pensar que ni siquiera una prueba tan dura y terrible como la de este Covid-19 ha servido para que, por una vez, la clase política haya hecho un frente común para luchar contra el enemigo invisible que nos está diezmando en todos los órdenes… ¿Qué haría falta para que se llegara a un acuerdo por parte de los distintos partidos del arco parlamentario? ¿Una guerra nuclear? ¿Un ataque de los extraterrestres? ¿El planeta sacudido por un meteorito? Es posible que ni aun así, visto lo visto…
Es un hecho que, en lo que respecta a España, cada vez nos parecemos más a ese pueblo maldito, citado por Jonathan Swift, en Los viajes de Gulliver, en el que sus ciudadanos andaban enfrentados a muerte por circunstancias tan nimias como el hecho de no ponerse de acuerdo en la forma de comerse un huevo, ya que, en tanto que para unos había que hacerlo por la parte ancha, para otros había que escoger la parte estrecha.
No es de extrañar, pues, que, a este paso, terminemos como la tarabilla del marqués. Un pueblo como el nuestro, con una paciencia a prueba de bomba, acostumbrado a tragar carros y  carretas con unos reyes caprichosos e inútiles y una aristocracia convencida de que España era su particular finca, cuando, tras los cuarenta años de dictadura, de repente asistió a tan bello despertar como el que vivimos a finales de los setenta del siglo pasado, en modo alguno podía aventurar que la cosa política pudiera llegar a los derroteros por los que camina en la actualidad, con políticos que van a terminar haciendo de la Península un país ingobernable.
Y es que por algo la política es una de las escasísimas profesiones para la que ni se necesitan estudios ni mucho menos un concurso oposición, como ocurre incluso para limpiador de la Junta de Comunidades. Tal vez ahí esté la raíz del mal. Y que conste que no soy el primero que lo piensa. Espectáculos como el que vienen ofreciendo los líderes de Podemos que forman parte del Gobierno de la Nación apoyando la impunidad de Puigdemont después de haber ‘prometido’ formalmente ante el Jefe del Estado, en solemne ceremonia, «acatar, cumplir y hacer cumplir la ley», frisan en el esperpento valleinclanesco de La hija del capitán y Los cuernos de don Friolera juntos. Pero, para bochorno, el que estamos viviendo estos días en la Comunidad de Murcia y, especialmente, en la de Madrid, convirtiendo la política en juego de bolos, avergonzando a propios y extraños. Basta fijarse un poco en la manera de actuar de la presidenta de Madrid, la señora Ayuso, perfectamente teledirigida como en la leyenda de Pigmalión, para darse cuenta de que, como sus dos antecesoras en el cargo, ha hecho de la demagogia un juego sutil rayano en el teatro del absurdo; un juego que demuestra no sólo que su único horizonte es su sillón, al que evidentemente le ha cogido gusto, cosa humana desde luego, sino que, lo que es peor, con tal de seguir en él y ‘hacer carrera’ es capaz de cualquier tipo de villanía, siempre en la creencia de que el pueblo de la comunidad de Madrid lo tiene en el bolsillo y a su disposición para cuanto ella le apetezca. Y hasta es posible que sea así, visto lo visto.
Claro que esas turbiedades, y esos manejos le vienen de perlas al presidente Sánchez (¿se dan cuenta del tremendo error que supuso, en la transición, el uso y abuso del término ‘presidente’, incluso para la comunidad de vecinos?) que viendo cómo el Partido Popular y Ciudadanos ofrecen ese espectáculo, él permanece a la sombra sin tener que dar explicaciones de determinadas declaraciones, lanzadas a los cuatro vientos, y que luego resultan falsas de toda falsedad (como dicen los castizos), como es el caso de las vacunas: estamos como quien dice en San José (o sea, a punto de llegar la primavera) y los vacunados no llegan al 8%.  Lentos, lentos, señor presidente, como el caballo del malo. A esta marcha, para alcanzar ese horizonte ansiado del 70% de la población, que usted anunciaba, nos falten calendarios… Y es que lo esencial, en esta España fragmentada, brilla por su ausencia…