Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Confesiones de un académico (recién estrenado)

23/10/2019

«Jamás me he dado tanta importancia como para sentir la tentación de contar a otros la historia de mi vida». Con estas palabras comenzaba Stefan Zweig una de sus mejores obras, El mundo de ayer, en la que refleja el drama de la Europa que le tocó vivir.  Lectura que les recomiendo.
No voy a compararme con Zweig, ni pretendo tampoco presentarles una historia de mi vida, que sin duda no les interesa. Pero tomando prestado un título que en nuestra tradición europea se remonta a San Agustín, reutilizado en el siglo XX por un genial escritor, Sándor Márai, en Confesiones de un burgués -obra también recomendable-, quiero compartir con ustedes algunas de mis inquietudes en relación con el maravilloso patrimonio que alberga nuestra «peñascosa pesadumbre».
Creo que uno de los mayores retos que tenemos que afrontar los que amamos Toledo es el de concienciarnos que somos nosotros, los ciudadanos, los primeros responsables en la conservación de nuestra ciudad. Las instituciones, públicas y privadas, tienen una labor esencial, pero esta tarea será siempre limitada. Sólo alcanzará plena efectividad cuando todos los que vivimos en Toledo, o que sin vivir la sienten como propia, nos comprometamos, en un ejercicio responsable de nuestro ser ciudadanos, en la defensa del rico legado que se nos ha trasmitido. Legado que, por otra parte, deberíamos procurar acrecentar, si no queremos que el centro histórico se convierta en un museo arqueológico, vacío de vida.
Más aún. En mi opinión habría que hacer un esfuerzo entre todos para que también los nuevos barrios fueran monumentalizándose, con obras dignas de perdurar, con esculturas que, en calles y plazas, evocaran, fuera de las murallas, los grandes personajes de nuestro pasado. Sigo echando en falta, como señalé en otra ocasión, el recuerdo de tantas mujeres que han formado parte de la historia de nuestra ciudad, y que siguen siendo unas grandes olvidadas. Toledo debería desbordar, desde el punto de vista monumental, el cerco de sus murallas. Si el cardenal Tavera erigió ese extraordinario edificio, tan poco conocido en su belleza artística, del Hospital de Afuera, ¿por qué no construir edificios públicos, iglesias, casas, mobiliario urbano, buscando también el arte, la perdurabilidad histórica?
Creo que los retos que se presentan a nuestra ciudad son grandes y graves. Pero es preciso afrontarlos, y Toledo, en su más que bimilenaria Historia, ha superado otras crisis. Como en la adolescencia, éstas pueden ser una oportunidad de crecimiento. Si tuviera que sintetizar los tres más urgentes, considero que son la conservación y puesta en valor de la Vega Baja; el progresivo cierre de conventos y monasterios; la agonía del Tajo.
El futuro de Toledo está en nuestras manos. Ojalá que, ni por omisión, ni por acción positiva, que en este caso sería negativa, dejemos que este maravilloso y único legado se suma en la languidez decadente que ya sufrió en el siglo XIX.