Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Ciberseguridad agroalimentaria

10/09/2020

La producción agroalimentaria contempla la obligación de ofrecer la  seguridad a la población de que tendrá acceso económico a alimentos suficientes, así como de asegurarle su calidad sanitaria. Pero, además, debe garantizar la calidad comercial, la calidad organoléptica, la protección del medio ambiente, el bienestar animal, y otras cuestiones éticas relacionadas con el desarrollo sostenible, el comercio justo o la conservación de las tradiciones que se defienden en el mercado.
Esto, evidentemente, requiere disponer y poder facilitar el gran volumen de datos e información que se demanda, por lo que el sector agroalimentario, siguiendo la tendencia global, aplica la telemática y la digitalización a la producción y comercialización de los alimentos. Aunque todavía en ciernes, la transformación digital del sector agroalimentario va incorporando tecnologías que aportan herramientas para producir alimentos seguros, suficientes y de calidad pero que, a la vez, ayudan a estructurar el negocio y la operatividad de las empresas agroalimentarias que compiten en el mercado.
Cuanto más dependamos de los datos y de la información, lógicamente más dependeremos de su seguridad y, por tanto, de la capacidad y habilidad para controlar el riesgo que entraña el uso de tecnologías digitales en la producción de alimentos en entornos de amenazas reales. En mundos que son tan recientes, como lo es la agroalimentación inteligente, hay muchas cosas que carecían de nombre y había que señalarlas con el dedo, nos advertía García Márquez en Cien años de soledad. La ciberseguridad agroalimentaria es un concepto de novísimo cuño pero que ya lleva mucho pensado, escrito y desarrollado para proteger la información que circula por la red relacionada con la producción agroalimentaria, planteándose incluso como un principio más de la legislación alimentaria europea.
No solo es esencial la ciberseguridad a lo largo de la cadena agroalimentaria porque la alimentación y el agua sean infraestructuras críticas para la Estrategia de Seguridad Nacional, por ser su funcionamiento indispensable, no permitir soluciones alternativas y ser un posible objetivo de los ciberataques del terrorismo transnacional. También lo es, por ejemplo, porque las bruscas variaciones en los precios de los alimentos exigen a los Estados una capacidad de reacción inmediata ante un riesgo de inestabilidad económica, como señala el último informe del Consejo de Seguridad Nacional.
Sigue siendo clave, en un plano más inmediato, porque las tecnologías digitales son vulnerables y porque el entorno virtual creado informáticamente, el ciberespacio, es de fácil acceso e interconexión pero también, por ello, aumenta el riesgo sobre la protección de los datos y su propiedad, así como sobre la posibilidad de que aparezcan nuevas contingencias asociadas al fraude que perjudican al empresario agroalimentario. Su ausencia suele ir asociada con la asimetría de la información agroalimentaria y con la concentración del poder en los mercados o con la desinformación, porque tampoco la alimentación se libra de los bulos de las fake news, y la propaganda.