Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


¿Cómo hemos consentido que se siembre tanto odio?

26/02/2021

Los episodios de violencia que estamos viviendo en los últimos tiempos, sobre todo en Cataluña, pero no solo en Cataluña, nos colocan en  la necesidad de buscar la raíz del problema.
Porque hay odio, muchísimo odio en las actuaciones de destrucción que están llevando a cabo sin motivo alguno. Porque no hay ninguna razón para actuar así. Lo de pretender la independencia del terruño o protestar por la detención de un niñato, aprendiz de claque de terroristas, es solamente una excusa y no un motivo.
En la España actual no solo existe el derecho a manifestarse, sino que este derecho se respeta hasta el extremo. En la España actual se puede defender, desde la más compacta unidad de España, hasta su disgregación más menuda del territorio, siempre que se haga por los cauces que marcan las normas. Normas aprobadas en su día por todos los españoles. ¿Por qué entonces tenemos que vivir los salvajes espectáculos de ver destrozar todo lo que se les pone por delante a estos grupúsculos, que campan por sus fueron sin que nadie ose tocarles un pelo?
Seguramente la raíz de todo esto es demasiado profunda como para descifrar su ADN en estas pocas líneas, pero es obvio que alguien se ha dedicado a inocular odio, un odio profundo, en todas estas desgraciadas personas. Porque tengan por seguro que son personas desgraciadas como lo es todo el que vive de sentimientos negativos.
La sociedad española se ha dividido entre los que viven para destruir, y lo mismo les da bienes que valores o incluso vidas, y los que  nos resignamos mansamente a sufrir estos desmanes. Los destructores emplean como ardid supuestas ideas de progreso, de libertad, de igualdad y de autodeterminación. El progreso que predican consiste en vivir del Estado sin dar golpe y mientras les llega este maná no tienen escrúpulos en vivir del papá capitalista si lo tienen, que son muchos los que sí. La libertad que imponen, porque la imponen, consiste en que todo el mundo asuma sus valores, sus formas y hasta sus horrendos gustos. La igualdad a la que obligan es siempre la del mínimo esfuerzo, sin perjuicio de aprovecharse del producto de quienes madrugan, se esfuerzan, ahorran, estudian… Su derecho de autodeterminación pretenden practicarlo privando de voto a todo el que les impida obtener ellos la mayoría y así, dividiendo a España se niegan a contar con todos los españoles. Pretenden que se haga por acuerdo de uno de sus rincones.
La gran mayoría de españoles, porque no me cabe duda de que son la inmensa mayoría, no se atreven a levantar la voz y mucho menos a organizarse para tratar de que impere su sentir mayoritario; ha permitido que imponga su ley una minoría de violentos y que parezca que sus despropósitos son normales. ¿Cuántos ocupas hay en España? ¿Cuántos son los profesionales de las algaradas y destrozos callejeros?
Para superar esta paradójica ‘normalidad’ lo primero es convencernos de que quienes, ni queman contenedores, ni rompen escaparates, ni ocupan propiedades ajenas, son infinitamente más e indiscutiblemente superiores desde cualquier punto de vista  que quienes hacen lo contrario, y que son los verdaderos artífices del bienestar que la sociedad va conquistando cada día. Y algo más e importante: tenemos que exigir que estos principios se defiendan contundentemente, sin vacilación.