Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


El aspecto del racismo

14/02/2020

Rosario Palomino es una peruana que vive en Cataluña desde hace más de 30 años. ‘Catalana nascuda a Perú’, se autodefine en su cuenta de Twitter. Como ella se ha encargado de desvelar su origen, ya no hay lugar a dudas. Es peruana del Perú de Mario Vargas Llosa. De no saberlo, si te cruzas por la calle sería complicado determinar su lugar de nacimiento con exactitud, aunque sus rasgos nos darían alguna pista. Al introducirme en este complicado mundo de los detalles fisionómicos de cada uno, me entero que es un motivo de discriminación en el país del Machu Pichu. A los que tienen rasgos andinos -nariz aguileña, ojos rasgados, piel oscura y baja estatura-, les tratan con cierto desprecio en muchos sitios públicos. Incluso a los niños les hacen bullying en el colegio. Es un racismo de interior, contra sus propios paisanos.
Esta peruana es una de las musas del independentismo catalán. «¿Si no tiene un solo apellido catalán?». «Da juego. Nos sirve». Forma parte de la dirección de ese invento que llamaron Crida Nacional, el partido que lidera el fugado Carles Puigdemont y que controla lo que queda de la antigua Convergencia. En verano lanzó una campaña bajo el título ‘No me cambies la lengua’, que busca que los catalanoparlantes no cambien de idioma aunque su interlocutor no lo conozca y, en cambio, si compartan el castellano. ¿Es o no es xenofobia? Parecido a lo que les contaba de Perú. Esto sería irrelevante si se quedara en una ocurrencia de un iluminado. Pero la televisión autonómica catalana recogió pronto el guante y desde la consejería de Cultura pronto acogieron la propuesta en sus brazos regándola con fondos públicos.
Por si alguien no se había enterado todavía del desprecio que los supremacistas indepes quieren imponer a ‘las bestias carroñeras’ -el resto de españoles, en palabras del presidente Torra-, la alcaldesa de Vic se quitó la careta. Es de agradecer que no se anden con rodeos. Cuanto más enseñen la patita, menos espacio habrá para el lamento y las excusas de los que se sostienen en ellos. La alcaldesa es también diputada en el parlamento catalán y se llama Anna Erra. Podría ser Erre, como el don Erre que erre de Paco Martínez Soria. Por la matraca que dan. Pero creo que es yerra en catalán, y la regidora lo hace hasta el fondo. ¿Qué es lo que pide? Lo mismo que la peruana del Perú. Que los ‘catalanes autóctonos’ no cambien de idioma ni usen el castellano «ante cualquier persona que por su aspecto físico o nombre no parece catalana». El siguiente paso de Anna Erra es publicar el manual para aclararnos esa distinción, por si además de ser catalán hay que parecerlo.
En esto de las lenguas cooficiales, fundamentalmente en Cataluña, siempre ha habido mucho de leyenda. «Es que cuando voy a Barcelona y entro en un bar, pido en castellano y me contestan en catalán». Es lo que tiene el no viajar con frecuencia. No digo que no ocurra, porque siempre hay tontos en todas las partes. Puede también que, si pasa, sea de forma inconsciente e involuntaria. Ocurre también al revés. He visto cómo provoca rechazo y caras raras cuando una madre habla a sus hijas en catalán en una ciudad castellana. Ya digo, hay más tontos que botellines.
Las lenguas deberían ser un elemento más de libertad, no de imposición ni de racismo. La alcaldesa de Vic proyecta una imagen irreal de una comunidad autónoma en la que no suele haber problemas en el uso de la lengua, a pesar de razas peculiares como la de Anna Erra. Alcaldesa, ¿cuáles son las características físicas de los racistas? Por guardar la oportuna distancia.