Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


De vacunas

16/12/2021

Mientras la sexta ola de la pandemia arrecia, comienza la vacunación infantil, aumentan los positivos y crece la presión en los hospitales, pronto se cumplirá un año desde que Araceli Hidalgo, residente en un centro de mayores de Guadalajara, fuese la primera persona vacunada en España contra el coronavirus. Desde entonces, en nuestro país se han puesto setenta y ocho millones de dosis. El 80% de la población ya hemos recibido la pauta completa y buena parte también una tercera. Según la revista científica 'Eurosurveillance', gracias a ese notable porcentaje de vacunación se ha salvado la vida de noventa mil compatriotas.
Esta realidad debería ser razón suficiente para que quienes aún se niegan a recibir estos antídotos abandonen su insolidaria actitud y, pensando en el bien general, se sumen a cuantos ya formamos parte de este escudo sanitario contra la Covid-19. Vistos los resultados positivos que la vacunación entraña, cuan estrambóticos se nos antojan ahora argumentos tan absurdos como los de quienes señalaban que con cada dosis suministrada iba a implantársenos un chip, por no hablar de conspiraciones alentadas por Bill Gates o aquel agorero pronóstico del sobreactuado Pablo Casado diciendo que el gobierno de Sánchez tardaría cuatro años en vacunar al 70% de la población.
De cuantos hasta ahora en España han rechazado vacunarse, una mayoría, según el último barómetro del CIS, lo hace por desconfianza o por tener miedo a posibles riesgos secundarios. Son razones alejadas de quienes basan su rechazo en la obtusa negación de la epidemia. Frente a la cerrazón de estos segundos, es obligado redoblar esfuerzos para convencer a aquellos de que en estos momentos no hay mejor manera de superar este envite que depositando nuestra confianza en esta gran conquista científica que ha sido desarrollar unas vacunas en pocos meses y afrontar una campaña de inoculación masiva, liderada por nuestros sanitarios. Aunque pueda ser más llamativo resaltar lo amargo que lo dulce, subrayar que figuramos en el pelotón de cabeza en cuanto a pautas completas inyectadas y también en la donación de vacunas a países con menos recursos son realidades de las que sentirnos orgullosos. Lograr, por otra parte, que las cifras de vacunación se multipliquen rápidamente en todo el mundo es una obligación moral que no debemos eludir.