Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Lo importante

26/11/2021

Allí arriba no hay nadie. Abajo, a media ladera, llovía. Aquí sólo el rojo fuego de los helechos de noviembre y el granito limpio. La niebla pelea por trepar, y se rompe en girones que detienen las paredes de Gredos. Observo sus figuras, las piruetas de algodón, las crestas que se dibujan, aparecen un instante y se van, en un contraste perfecto sobre el mediodía. Sólo una punta de cabras. Observan, huyen, dan la vuelta por un instante, y vuelven a huir. Aquí arriba lo importante es el silencio. Detrás de la cuerda, cerca, los regatos se precipitan mansos hacia las nacientes del Tormes. Aquí abajo caen hacia el Tiétar. El aire es limpio, muy limpio. Y húmedo. Si inspiras con toda tu fuerza, te llega el aroma a salitre y naufragios que fluye desde el Atlántico. Abajo el Rosarito, las dehesas, el país de las águilas, y las rayas de los cortafuegos de Valdecasillas y las carreteras hasta Oropesa. Un poco más arriba las masas de enebros, rodales de pinos resineros y robles jóvenes, de un par de siglos. Las gargantas son costuras de granito con pequeñas perlas esmeraldas en el fondo de la cicatriz. Aquí, a mi lado, los robles. Inmensos, pespunteando la ladera, cada uno con su jurisdicción, su territorio. Buitres, como ráfagas de balas trazadoras, cruzan de cuerda en cuerda. Y un águila real, que aparece y desaparece muy alto, cosiendo nubes.
Acaricio el tronco de los robles inmensos. Siempre me ha gustado subir hasta este Gredos de invierno, Gredos de robles gigantes guardando la sierra, retando las tempestades. Hago unas cuantas fotografías, pocas, aguadas de niebla y gris, acuarelas perfectas. ¿Cuántos siglos llevarán aquí los robles? ¿Qué pensarán del silencio de Gredos, del vacío, del adiós definitivo de los cabreros, del vacío de las majadas? ¿Cuántos amaneceres han observado? ¿Cuántos les quedarán? La niebla limpia y cura, allí al alcance la mano. Va y viene. Y yo espero, entre el silencio más perfecto, y voy pensando en lo importante, de otras tardes en Gredos, de que el tiempo más que pasar rápido, va saltando, corriendo, volando como esas nubes que casi puedo agarrar.
Pronto, para la próxima nevada, volveré a subir. Un día de temporal. Y jugaré con el instante exacto en el que la lluvia se vuelve nieve. Y dejaré que la ventisca me empape hasta que llegue la noche. Pronto.

ARCHIVADO EN: Oropesa, Río Tiétar