Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Volatines y cortejo

01/03/2020

Si yo fuese Santiago Abascal, que no lo soy, estaría dando palmas con las orejas. Hace un año, los dirigentes del Partido Popular y de Ciudadanos le proveyeron pátina de bonhomía democrática sumándole a su mediática foto en la plaza de Colón. Comiéndoles buena parte de su tostada electoral, Vox es hoy la tercera fuerza en el Congreso de los Diputados. Esta semana, Carlos Iturgaiz, candidato impuesto por Casado para encabezar su coalición al parlamento vasco, no ha dudado en abrir los brazos a la ultraderecha, piropeando a su líder y clamando su integración para combatir juntos el gobierno ‘fasciocomunista’ que nos rige.
Sabemos que en política, a veces, las cosas no son como parecen y que dos más dos no siempre suman cuatro. Pero es casi unánime la interpretación de que, habiendo forzado el retiro de Alfonso Alonso, Casado ha dado otro paso más en la extrema derechización a que está sometiendo al Partido Popular, dejándose guiar por quienes desertan de la moderación cual gato escaldado huye del agua fría. Con esta apuesta personal, el líder conservador ha hecho un arriesgado volatín del que puede salir descalabrado.
Se atribuye a San Ignacio de Loyola aquello de que «en tiempo de tribulación no hacer mudanza». No parece haber sido muy ignaciano el presidente popular en su decisión vasca, abriendo, a pocas semanas de la doble cita electoral, una brecha pública en la aparente tranquilidad de su partido. En estos momentos, cualquier error cometido es una baza inesperada para sus rivales. De ellos puede beneficiarse el presidente Sánchez, quien días pasados en el Senado ha espetado a sus opositores que «si solo me preguntan por Venezuela es que el resto lo estamos haciendo bien». En tanto, Inés Arrimadas se enfrenta a la asamblea nacional de Ciudadanos cuestionada y disputándosele su primacía.
De cómo les vaya en las próximas semanas a los líderes de ambas derechas puede depender si el acoso y derribo contra la coalición gubernamental continúa en su actual intensidad, empieza a desinflamarse y pensamos ya en otras cosas. Mientras, Abascal sigue a lo suyo y ve como sus compañeros de Colón se desdibujan cortejándole. De momento, en Madrid, ya han afilado el lápiz rojo de la censura contra los siempre conmovedores versos de Miguel Hernández… «nunca medraron los bueyes / en los páramos de España».