Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Tampoco es tan grave

18/12/2020

Siempre he estado convencido que gran parte de los llantos de un niño cuando ‘aterriza’ involuntariamente son fruto de los gritos de sus acompañantes. Si cuando el mocete se cae se le jaleara como si hubiera hecho la parada del siglo los llantos serían infinitamente menores.
Esto, que sirve para los niños, vale también para los mayores. Porque hay tragedias en la vida, ¡claro que las hay! pero no tantas como nos hace creer la propaganda televisiva. La última odisea inventada, cual si de la pérdida de la vida se tratara,  es no tener en Nochebuena una cena típica con la familia típica. Pareciera que el Mundo colapsa ante tamaña ‘catástrofe’. Soy consciente de que para algunos, residentes en el extranjero o en lugares lejanos de nuestra geografía puede ser un contratiempo y el disgusto en este caso. Pero esos no son la mayoría, como también se nos hará creer. Porque, si nos atenemos al noticiero típico y tópico, todos los españoles cenan besugo y veranean en agosto, y además en la playa. La realidad es que son más los que en agosto no ven el mar ni cenan besugo, pero uniformando el rebaño se la maneja mejor.
Lo realmente importante de estas Navidades es que las superemos sin aumentar los contagios, porque eso sí sería una verdadera tragedia, no tener que cenar una noche, aunque sea la de Nochebuena, con menos compañía de la deseada, sobre todo si no hacemos tontería y podemos volver a juntarnos el próximo año.
La falta de consciencia del peligro que realmente supone esta pandemia es consecuencia del tratamiento que se la ha dado. Es increíble que el recuero que le quedará de ella a quienes han tenido la suerte de no haberla sufrido, serán los cánticos en los balcones al atardecer, mucho más que las desgraciadas pilar de cadáveres cuando no había ya ni sitio donde incinerarlos. Esto es un reflejo más de la forma infantil de tratar a las personas, ocultándolas las partes de la existencia  que no resultan festivas. La famosa frase de que de esta pandemia saldríamos más fuertes demuestra la puerilidad del tratamiento.
Lo que corresponde ahora, en estas circunstancias, es ser conscientes de que lo que nos jugamos por saltarnos el sentido común que aconseja prudencia es infinitamente más que lo que perdemos por renunciar a una fiesta. Si todo se produce como se prevé, dentro de nada habremos superado la pandemia, al menos en sus efectos más temibles y tendremos muchas Nochebuenas, fines de año y Reyes que podremos celebrar.
Por otra parte, quizá no viniera mal aprovechar esta menor vorágine festiva para cambiar de  chip y abandonar la superficialidad de la sociedad del neón y profundizar en la Historia que ha generado los valores de que disfrutamos. Es un verdadero ‘crimen’ que en nuestras mentes la imagen de la Navidad haya dejado de ser la Historia de quién predicó la fraternidad del género humano desde la humildad y la hayamos sustituido por el derroche en todos los aspectos, desde la iluminación con la que se ha generado una verdadera competición, hasta el desbocado consumo que esconde, cada vez más, esas persona de carne y hueso que fueron el origen de estas fiestas. Dejemos de magnificar los sacrificios, minimicemos el peligro y pasemos unas felices Navidades. Así se lo deseo.