Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


El pim pam pum

28/06/2020

Moby Dick es algo más que un cetáceo porque el capitán Ahab lo ha convertido en el símbolo de su obsesión y así se lo explica a su primer oficial Starbuck: «Todos los objetos visibles, amigo, no son sino máscaras de cartón. Pero en cada acontecimiento, en el acto vivo, en la acción resuelta, algo desconocido pero siempre razonable proyecta sus rasgos tras la máscara que no razona. ¡Y si el hombre quiere golpear, ha de golpear sobre la máscara!».
Parece ser que ésta era la intención de ese bárbaro que armado de una escopeta ha ido disparando sobre los retratos de varios políticos de izquierda, con tan buena puntería que han ido quedando abatidos. Esta acción responde a la tradición de feria del pim pam pum en que los visitantes de la barraca prueban su puntería con pelotas de goma sobre diversos personajes públicos, pero aquí está llevada al extremo en que la crítica se convierte en figuración de muerte. La conclusión es que, en virtud de la fuerza del símbolo, este juego y otros parecidos son una agresión sobre esas máscaras.
La Santa Inquisición quemaba en efigie a los reos que se le escapaban. También son tradicionales los conjuros para dañar a los ausentes clavando alfileres en los muñecos que los representan.
Empezando por el lenguaje, estamos inmersos en un mundo de elementos significantes. Los símbolos son signos que, aceptados convencionalmente, representan valores y sentimientos. Así las banderas, los himnos, la liturgia, los gestos, los uniformes y los gestos. Esta vigencia de lo simbólico es la que sostiene a los ritos y hace insustituibles el chapiri legionario, los kilts escoceses y el altivo busby negro de piel de oso que llevan en la cabeza los casacas rojas del Regimiento de la Reina ante el Palacio de Buckingham.
Estos juegos de lo real con lo ficticio también se producen a la inversa, pues la razón por la que los terroristas de ETA matan a un hombre sin conciencia del horror que cometen es porque están convencidos de que con ese disparo eliminan a un símbolo.
¿Qué límites hay entre la crítica y el escarnio? ¿Puede invocarse el odio -que es un sentimiento- como materia penal? Personalmente creo que los disparos de ese sujeto son condenables y quien ha de valorarlo es la justicia, pero si ésta atiende a la jurisprudencia, el agresor habría de quedar libre y sin cargos, pues en una sentencia dictada sobre la culpabilidad de quienes quemaron una foto del Rey en una manifestación en Gerona, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo resolvió que el hecho es cosa lícita por estar fundado en la libertad de expresión. La sentencia argumenta que los personajes públicos deben estar sometidos a la crítica y que en el caso del Rey «no iba más allá del uso de un cierto grado de provocación permisible y no vinculable con el odio y la violencia. Y que tampoco era una crítica personal sino política».
¿Hay alguna diferencia entre quemar al Rey y tirotear a un político? Solamente el ruido.