Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


El renacer de una Catedral

13/07/2022

Dentro del riquísimo patrimonio artístico español, las catedrales ocupan un lugar privilegiado. Desde la espléndida en su pequeñez y austera sencillez de la de Roda de Isábena, hasta la exuberante filigrana del gótico en Burgos o la magnificencia de la Dives Toletana. Por toda la geografía nacional se encuentran, síntesis de fe, cultura, arte e historia. Unas, anclando sus cimientos en viejas construcciones visigodas o romanas, otras, como la Almudena, naciendo al compás de los tiempos contemporáneos.
He podido, recientemente, visitar una de las más fascinantes, y sin embargo, menos conocidas. Y no hablo de la de Palencia, cada vez más situada en el lugar que le corresponde. Me refiero a una que es extraordinaria por su patrimonio, más también por los avatares que ha sufrido, pero que han culminado en un final sorprendentemente feliz. Se trata de la seo de Tarazona, una bellísima joya mezcla de mudéjar, gótico y renacimiento que, sin embargo, estuvo a punto de hundirse. Problemas de cimentación, así como algunas intervenciones desafortunadas, hicieron que a comienzos de los años ochenta se tuviera que cerrar parcialmente ante el peligro inminente de colapso. Pudo haber desaparecido, pero el esfuerzo conjunto de la sociedad turiasonense, la colaboración entre las distintas administraciones y la ilusión esperanzada de la antiquísima diócesis, en la que hay que destacar el optimismo a prueba de dificultades del que más tarde fuera obispo auxiliar de Toledo, y entonces titular de la sede de Tarazona, Carmelo Borobia, hizo que lo que era la crónica de una muerte anunciada se convirtiese en uno de los proyectos de restauración más impresionantes y modélicos en nuestro país. Cerrada totalmente desde 1992 hasta el año 2011, en que abrió sus puertas al culto y a los visitantes, ha sido todo un ejemplo de buen hacer, de investigación que ha permitido conocer a fondo el edificio y su evolución, de recuperación de elementos artísticos totalmente desconocidos, como las espléndidas pinturas a la grisalla del cimborrio, un programa iconográfico único, que por sus desnudos evoca los de la Capilla Sixtina y que resulta algo excepcional dentro del panorama artístico español de la época. Las vidrieras de alabastro, en las que se ha podido restablecer la policromía, tamizan la luz que se derrama sobre los blancos muros que cubren de renacimiento el edificio gótico, que en el exterior se muestra soberbio por los juegos polícromos del mudéjar.
Un templo que, al renacer, ha permitido redescubrir sus raíces, al revelar tanto un hermoso mosaico romano como un baptisterio visigodo que explica porqué la iglesia fue construida fuera del centro urbano de la que Gustavo Adolfo Bécquer denominó 'la pequeña Toledo aragonesa', definición muy apropiada por sus estrechas y empinadas calles.
La restauración de la catedral de Tarazona demuestra que, cuando las cosas se hacen bien, los resultados son geniales. Todo un ejemplo, nacional e internacional.
Si van a Tarazona, pregunten por la catedral.