Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


Los curas

30/01/2020

La Audiencia Provincial de Ciudad Real ha condenado a veintidós años de cárcel a un sacerdote que ya no ejerce ministerio por abusos sexuales a menores en el Seminario. La sentencia es un mazazo para la Iglesia, en tanto que cuando uno de sus hijos yerra de esta manera, sufre en su interior. La pederastia es uno de los principales males que sufre el estamento eclesial, pues pone en duda la base misma de sus cimientos. Me siento Iglesia, pues fui educado en colegio jesuítico y salesiano, y guardo la formación de tantos años, que me acompaña día a día en el quehacer personal y profesional. Considero además que deben darse clases de religión en las aulas, pues la Humanidad no se entiende sin el fenómeno que religa al hombre con la trascendencia. La cultura entera de Occidente es ininteligible si no se conocen los principios esenciales que la sostienen. Lo contrario es resentimiento y temor.
La obra social de la Iglesia es inmensa, sensacional, daría para llenar libros y bibliotecas enteras. Nadie me lo ha contado, lo he visto yo con mis propios ojos. Drogatas, abandonados, terminales a los que nadie quiere  caen en las manos de tantos voluntarios, sacerdotes y monjitas que ofrecen todo el amor y cariño del que son capaces. Ama a tu prójimo como a ti mismo, dejó dicho el Nazareno en la mayor revolución ocurrida jamás nunca en la Historia. Y tan es así, que la Historia misma empezó a contarse de otra manera, con el nacimiento de una nueva era.
Ya podría yo tener todos los dones del mundo que si no tengo amor soy como campana que suena o címbalo que retiñe. San Pablo, Corintios, 13. El himno más cerrado, acabado, soberbio escrito en torno al amor. Hay traducciones que sustituyen amor por cariño o caridad. En cualquier caso, la etimología no engaña y los tres términos aluden de una u otra forma al corazón (cor, cordis). Hay quien ha querido desprestigiar la caridad para sustituirla por justicia social, cuando nada tiene que ver una cosa con otra. Serían parientes, pero lejanas. Ahí me tiene la Iglesia y siempre me tendrá. Otra cosa es la moral sexual, donde ha tiempo que quedó anclada en el paso de los siglos.
No existe una sola línea en el Evangelio donde Jesús diga que sacerdotes o ministros deban ser célibes, castos. Los discípulos tenían sus familias, a las que dejaron, es verdad, por seguirlo. Pero en ningún punto se habla de un voto de castidad, muy posterior en el tiempo. Es en el Medievo, cuando por una cuestión de herencias y patrimonio, la Iglesia decide implantar el voto de castidad, que en ningún caso alcanza la condición de dogma. Andados los siglos, creo que es el momento que esa misma Iglesia, divina, humana y pecadora, revise sus postulados.
El argumento teológico según el cual un cura casado parcela la entrega, el servicio o el amor de la comunidad en detrimento de su pareja o familia es risible. Estamos hartos de ver matrimonios seglares comprometidos en sus parroquias dar lo mejor de sí mismo para los demás. La Iglesia debe revisar ciertos preceptos y liberar a los sacerdotes del celibato, dejándolo a su libre albedrío. Es triste contemplar cómo amigos sensacionales dejaron la sacristía porque se enamoraron. Y sufrieron lo indecible. De igual forma, tarde o temprano la Iglesia deberá afrontar el sacerdocio femenino con total naturalidad. No puede ser que el mito de Eva o el pecado original sigan condicionando una moralidad donde la carne es impura. Sólo un concilio, histórico como el de Trento y lleno de Espíritu Santo, será capaz de resolver estas cuestiones. Amén.