José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Reivindicar el Casco en su presente

28/12/2020

Creo recordar que fue en su famosa novela Toledo: Piedad donde Félix Urabayen insistió en la idea de reivindicar Toledo tanto en el pasado como en el presente. Deteniéndose a reflexionarlo un poco, la idea no es para nada descabellada. Pensemos que hablar de cualquier cosa en pasado significa relegarla a un estadio irreversible y, a veces, agotado o extinguido. Sin embargo, quien habla en presente con un juicio equilibrado y veraz pone los pies en el suelo, toma el pulso de su existencia y se da cuenta de la parcela de realidad que le es propia.

La reflexión que plantea Urabayen vertebra sobre una idea que debería ser considerada como denominador común en todas las ciudades históricas, y es que, para hablar de ellas —y más en concreto de la nuestra—, hay que hacer del pasado un elemento dinamizador del presente y hacer del presente un elemento que ponga en valor lo mejor de nuestro pasado. Me parece muy interesante seguir una reflexión sobre el tiempo que San Agustín escribe en las Confesiones y que, partiendo de lo presente, demuestra que no hay tres tiempos, sino tres formas de presencia del tiempo en la consciencia: «lo presente de las cosas pasadas, lo presente de las cosas presentes y lo presente de las cosas futuras».

En el caso que nos ocupa, pienso que de Toledo no debe hablarse nunca en pasado desde una visión reduccionista, pues de lo contrario se estarán obviando los frutos y las consecuencias de su propia historia. Quizá, ese ha sido el error de los toledanos como sociedad, cuya consecuencia más evidente es la despoblación del casco histórico. Tenemos un conjunto artístico, arquitectónico y monumental absolutamente envidiable, pero que solo se rentabiliza como referente académico o como reclamo histórico o turístico. Hablar del casco desde el pasado parece habernos desnortado de la idea de que las ciudades que sobreviven, siguiendo la norma propia de cualquier sociedad, son aquellas que se dinamizan. Y, aunque Toledo sea esa ciudad «única e intangible» como la llamase Santiago Camarasa en nombre de los tipistas, también es una ciudad donde, planteando con inteligencia y de forma multidisciplinar un plan director o instrumento similar, vivir puede convertirse en un auténtico privilegio. Lo que ocurre es que, para lograrlo, necesitamos tener muy claro que los parámetros de conservación de Toledo, como los de cualquier ciudad histórica, no solo pasan por los mimbres de la protección patrimonial, sino también por la acuciante necesidad de aplicar una perspectiva funcional. De lo contrario, la zona histórica de nuestra ciudad puede acabar como algo parecido a un parque de atracciones o a un mero circuito turístico lleno de pasos perdidos y de piedras sin alma.

Entre las diversas propuestas que se han ido planteando en los últimos años, algunas que podrían encajar perfectamente en ese plan director o plan de dinamización ya se trataron en 1983 en el seno de un conocido congreso llamado 'Toledo: ¿ciudad viva? ¿ciudad muerta?'. Por ejemplo, González-Valcárcel propuso en este foro la revitalización de las ciudades históricas a través de mecenazgos privados y créditos a bajo interés para salvar el patrimonio. Otras, las propuso el fallecido Juan Sánchez en su Decálogo para Toledo, entre las que quiero destacar su gran insistencia en que los habitantes del casco protagonicen las planificaciones que sobre éste se hagan, y que este barrio histórico nuestro no se convierta en un circuito de exclusivo consumo turístico. Además, y en este mismo Decálogo, incidió, mencionando también a Santiago Sastre, en la necesidad de ese gran plan para Toledo a todos los niveles.

Por mi parte, creo que nuestro casco necesita contar en ese plan de dinamización con algunos puntos que, entre otros tantos, me parecen interesantes: la modificación del sistema de recogida de basuras, acabando con el bolseo a través de iniciativas como la de algunos ayuntamientos de España donde solo se sacan cubos por edificios a determinadas horas; la puesta en valor del sistema de reciclaje; la creación de incentivos fiscales a familias numerosas cuyos niños redescubran el casco como lugar para vivir; los incentivos fiscales a empresas grandes y PYMES para que instalen sus negocios en el casco aprovechando también que la ciudad histórica ya cuenta con fibra óptica; y el reaprovechamiento del patrimonio para fines más acordes con nuestra forma de vida o con las necesidades de la sociedad. Teniendo un patrimonio tan rico y una ciudad tan llena de posibilidades, lo estamos desaprovechando, y es al toledano al que menos propuestas se le hacen con respecto a ese patrimonio. Viviendas sociales, centros culturales, nuevos aparcamientos, comercios de diversos tipos, lugares de hostelería moderna integrados en edificios antiguos desaprovechados… En resumen, utilizar el patrimonio desaprovechado para la cultura, pero también para la utilidad y la funcionalidad de Toledo como ciudad, y valernos para este desarrollo de la adecuada sinergia entre la economía circular y el mecenazgo cultural.

En suma, hablar de Toledo a través de una concepción del pasado reduccionista y utilitarista es un palo en la rueda para poder hablar en términos de presente. Y, si no sabemos hablar del presente, muy difícilmente podremos mirar al futuro. Recuerden: futuro en el diccionario está mucho antes que pasado.