Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


Gibraltar no es una anécdota

27/07/2020

El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, calificó de ‘anécdota’ el encuentro mantenido entre la ministra española de Exteriores, Arancha González Laya, y el ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo. Se equivoca el ministro, y él lo sabe. No cabe calificarse de ‘anécdota’ algo que hasta la fecha, en más de 300 años, jamás había ocurrido. Nunca hasta ahora el jefe de nuestra diplomacia había osado mantener un encuentro mano a mano y al mismo nivel con el jefe político del Peñón, en suma, de una colonia británica. Tal reunión implica el reconocimiento de la categoría de nación soberana al interlocutor. «No se habló de soberanía», dijo la ministra. ¿De qué se habló pues? ¿De fútbol? ¿Del City?
González Laya, veterana burócrata en diversos ámbitos internacionales, ha incurrido en un patinazo superlativo, del que no parece dispuesta a enmendarse. Otorgarle al representante del Peñón la categoría de interlocutor válido es un error diplomático de primera magnitud, más ahora que, tras las negociaciones del Brexit, España había sido respaldada políticamente por Europa a la hora de afrontar con Londres futuras negociaciones sobre Gibraltar. Siempre en el plano entre dos Estados, España y Reino Unido. No hay otra fórmula.
Es posible que González Laya haya pensado que, si en tres siglos poco hemos avanzado en Gibraltar, había que recurrir a otras vías. Quizás, pero antes de dar ese paso hay que abrir consultas con las fuerzas parlamentarias y plantearlo en el ámbito del Legislativo. Las cosas no se hacen así, de tapadillo y entregando al rival las mejores armas para que pueda resultar victorioso. Picardo, que es un abogado muy hábil, ha jugado bien sus cartas y ha puesto en evidencia a la jefa de la diplomacia española. Gibraltar no es un Estado ni una nación. No es más que una colonia convertida en un paraíso fiscal, un fastuoso casino digital y refugio tradicional de contrabandistas de todo jaez. Laya acaba de llegar al puesto y no ha podido hacerlo peor. No es una ‘anécdota’, señor Ábalos, es un error diplomático de enorme magnitud y de consecuencias todavía imprevisibles pero, lamentablemente, adversas para nuestros intereses. Si es que el interés de los españoles coincide con el de su ministra de Exteriores, lo que ahora ya cabe poner en duda.