Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


La Serrezuela

19/02/2020

El domingo gasté la mañana en patear la ladera de La Serrezuela, en Buenasbodas, en La Jara. Dejé el coche junto al arroyo de la Poza y fui subiendo hacia los perdederos por donde cazaba el rey Alfonso, el Onceno, en el siglo XIV, como él mismo nos relata en su Libro de La Montería. Los almendros lucen soberbios sus rosas, aquí y allá, en medio de un entorno impresionante, arrebatador.  
Desde lo alto miro el caserío y voy contando los humos de las chimeneas, me dan la cuenta exacta de las casas que permanecen abiertas. Es la España de la poca gente, la España que agoniza. No es difícil imaginar cuando ese recóndito y bello sitio era la frontera natural entre musulmanes y cristianos, territorio de nadie, desierto casi despoblado, debido a las frecuentes razzias de los guerreros de uno y otro bando que mantenían la zona en permanente estado de inseguridad y donde ballesteros, conejeros, colmeneros y luego mineros, ganaderos y agricultores, en muy duras condiciones de vida, fundaron el primitivo caserío para cuidar y proteger sus explotaciones y de cuyas peripecias se podrían sacar mil y una historias para novelas y películas.
Es a partir de la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, cuando la comarca natural de La Jara se integra de forma estable en la denominada Tierra de Talavera, repoblándose muy lentamente a partir del reinado de Enrique I con comunidades mozárabes que tratan de iniciar una nueva vida en el norte y mudéjares, judíos y conquistadores castellanos, leoneses, gallegos y francos. Ese mestizaje de moradores se verá reflejado en sus tradiciones, costumbres y, por supuesto, en su gastronomía.  
El sonido intruso de una motosierra ronronea en la corta por el Risco de La Mesa y apaga por un momento las esquilas de un hato de cabras que cruzan un olivar. El cabrero me ve caballero en la piedra y se va acercando poco a poco.
- ¿Qué hace el amigo? -pregunta a modo de saludo.
-Fotos – respondo levantando la cámara.
-Pues no es mal oficio el suyo.
Comparto el vino embocado de la bota y le damos un rato a la húmeda. Las nubes pueden con el sol y una luz plata inunda el valle.
-Sol de febrero rara vez dura un día entero – sentencia tirando de refranero.