Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


La torre del Burgo de Osma

19/02/2020

Es lo primero que se divisa al descender por la carretera que bordea las ruinas de la vieja ciudad arévaca de Uxama. Impresiona su enhiesta esbeltez, la blancura de la piedra que la hace destacar sobre el paisaje. La sensación se acentúa cuando, caminando junto al río, nos acercamos para traspasar la muralla y adentrarnos en el centro histórico de la antigua ciudad episcopal. Una gris mañana de sábado, la necesidad de consultar documentación de su rico y muy bien dotado archivo diocesano, me ha hecho regresar después de muchos años. Sin embargo, la obra de la autovía sigue ahí, sin avanzar, a pesar de los reclamos angustiosos de unas gentes que ven cómo, a pesar de las proclamas oficiales en favor de la ‘España vaciada’, no se pasa de la retórica, tal vez por los viejos prejuicios de políticos urbanitas hacia el campo. Lamentable olvido.
Mañana de lluvia. Las gotas lamen las vetustas piedras, mientras que la en otros momentos concurrida Plaza Mayor refleja, a modo de espejo, las torres del Hospital de San Agustín, obra barroca que alberga hoy  un centro cultural. Numerosos edificios evocan el glorioso pasado de la ciudad. En lo más alto de un cerro se yergue el antiguo castillo, un bastión importante en la Reconquista, en aquella línea defensiva en torno al Duero que nos ofrece en sus cercanías otros ejemplos, como el castillo de Gormaz. Dentro de las murallas, arracimado en torno a la deliciosa y bella catedral, el conjunto urbano nos muestra  interesantes obras como el seminario, mandado construir por Joaquín de Eleta, confesor de Carlos III, natural de la ciudad y obispo de la misma; una espléndida obra neoclásica hecha sobre planos de Sabatini. La antigua Universidad de Santa Catalina, en estilo plateresco, nos recuerda el pasado universitario de la villa episcopal. La Calle Mayor, cubierta sabiamente de soportales, no sólo resguarda de la lluvia, sino que permite contemplar la fachada del Palacio Episcopal, con su arco conopial que le da un carácter inconfundible. Una placa cerámica, en la misma calle, nos recuerda que aquí nació uno de los más importantes políticos republicanos del siglo XIX, Manuel Ruiz Zorrilla. Aunque la joya es, sin duda, la catedral de la Asunción, pequeño pero maravilloso edificio gótico con algunas interesantes ampliaciones neoclásicas, y algunas piezas únicas, como el sepulcro de San Pedro de Osma
Y junto al arte, la gastronomía. Sin duda hay que recuperar fuerzas degustando los riquísimos torreznos, la especialidad local. Aunque los restaurantes de la población ofrecen una variada gama de cocina castellana.
Como ven, un lugar que vale la pena visitar. Como tantos otros de la España interior, llenos de historia, de arte, de cultura, de paisajes únicos, de variada gastronomía. Si queremos apostar por su conservación, por evitar el despoblamiento, es preciso que sean conocidos, apreciados. Pero no sólo el patrimonio, sino su mayor riqueza, sus gentes.