Ignacio Ruiz

Cabalito

Ignacio Ruiz


Meaditas y no echar ni gota

24/08/2019

Qué satisfacción da la importancia que le da a la gente el cuidado del medio ambiente, los animales, la fauna y flora autóctonas, y lo poco que respetan a los demás y las especificidades de cada cual.
Cuántas veces sale uno de paseo a la calle y se encuentra con amigos paseando a sus preciosos canes, bien cuidados y alimentados, lustrosos, brillantes, cepillados y educados que se sientan al instante sin mediar ladrido. Pero cuántos son unas hidras llenas de furia, pretendiendo olisquear a todo lo que se mueva por ser sospechoso ante su dueño/a.
No soy muy dado a acercarme a perros ajenos, lo reconozco. Qué culpa tengo yo de tener alergia al pelo de perro. Pero tampoco tengo por qué tener que aguantar que la puerta de mi casa, o mi calle, tenga que estar repleta de meaditas de chucho porque su dueño/a no sabe lo que es el respeto y el cuidado.
Llegan los calores y los pispises caninos sólo provocan un hedor bastante asqueroso. Si lo unimos con el olor a palomina, de esas ratas voladoras tan inútiles como destructivas, tan característico de ciertas calles estrechas de nuestra ciudad, es un cóctel muy poco atractivo.
Déjenme que les diga que no soy antianimalista, soy antiguarros. Para ser respetuoso con los animales, no tenemos que perder calidad de vida los humanos. Por querer compartir tu vida con un perro no tengo porqué caminar entre hez y mez.
Sería bastante útil que las autoridades crearan zonas de esparcimiento canino, ya lo hicieron en Santa Teresa hace años y ahí tienen, la arena del meadero de canes mezclada con la arena de los columpios de la plaza República Dominicana. O el desaparecido parquecito de Juan de Mariana, o los de la Avenida del Madroño, o el abandonado Parque de las Tres Culturas.
Compartir calle con los animales no significa que los niños que juegan en los parques tengan que echar mano de mierda ajena. Esto no es problema de los animales, es de sus dueños, cuyo cuidado y respeto es bastante deplorable. Seguramente las palomas sigan campando a sus anchas en Toledo por intocables, los gatos seguirán sobreviviendo, por la ingente calidad de ratas de nuestras calles, y los perros seguirán meándose de risa de nosotros.